En el 2012, Italia donó al Paraguay el terreno llamado Barbero Cué; unas 18.000 hectáreas para destinarse a la reforma agraria. Una reciente mensura muestra que, de esa superficie, unas 4.000 hectáreas están ocupadas por estancias, y sin ninguna relación con la reforma agraria (http://www.abc.com.py/edicion-impresa/economia/ganaderas-ocupan-tierras-donadas-para-labriegos-demuestra-mensura-1509634.html) Además de ilegal, esa ocupación es una violación del acuerdo entre Italia y el Paraguay, que se proponía beneficiar a los campesinos y no a los estancieros.
¿Podemos esperar que las autoridades hagan algo para recuperar su patrimonio usurpado? Las autoridades tienen criterios diferentes, dependiendo de que los ocupantes sean estancieros o sean campesinos: para los primeros, tolerancia; para los segundos, la ley y mucho más. Esta es la diferencia entre Barbero Cué y Marina Cué, que no es el único caso.
A partir de 1967, la Marina ocupó el terreno hoy llamado Marina Cué. En el 2005, Nicanor Duarte Frutos decidió destinar ese terreno a la reforma agraria. Entonces el latifundista que lo ocupaba, Blas N. Riquelme, inició una reclamación judicial en el fuero civil, reclamando la propiedad del inmueble. Esa cuestión judicial aún no se ha resuelto en lo civil hasta el momento; sin embargo, a Riquelme se le permitió dejar el inmueble a sus herederos y la Justicia se lo permitió; con él los fiscales, jueces y comisarios han sido superformidables. Un trato muy diferente les dieron a los campesinos que reclamaron Marina Cué y ocuparon el lugar por algún tiempo, con la aprobación del Indert. Una fuerza de más de trescientos policías, agentes de la FOPE y GEO los desalojaron matando a once y apresando a muchos más; otros fueron condenados a muchos años de cárcel por hacer lo que hacía el latifundista: ocupar un terreno fiscal.
Al pedir penas severas para los campesinos procesados, la Fiscalía se basó (según su libelo) en el conocimiento “de la revolución rusa y el comunista Lenin”. Por supuesto, la revolución rusa fue urbana y no rural, pero la Fiscalía se propuso intimidar a los campesinos que reclaman el derecho constitucional de la reforma agraria. No importa que, en tiempos de Stroessner, ciertos privilegiados del régimen se hayan tragado unas ocho millones de hectáreas de tierras fiscales; tragar es humano, perdonar es divino. Este es el mensaje para quienes, de acuerdo con la propuesta de Horacio Cartes, usan y abusan del Paraguay; siempre y cuando tengan la suficiente cantidad de hectáreas que los ponga por encima de la ley.
El mensaje ha dejado muy contentos a muchos especuladores. ¿Dónde puede deforestar tan impunemente como en el Paraguay? ¿Dónde pueden pagar o dejar de pagar impuestos? ¿Dónde pueden pagar sueldos tan bajos? Como contrapartida, el mensaje ha dejado muy descontentos a otros, conscientes de que se trata de un proyecto neoliberal, kachiãi, pero neoliberal, y en beneficio de pocos. Los descontentos sienten las consecuencias en la salud y en la educación públicas, que se han ido al mazo; lo sienten en el parón comercial; una vendedora de pohã ro’ysã me contó que sus clientes quieren pagarle en cuotas; lo sienten en la inseguridad, cada día mayor. Por eso las encuestas salen tan mal para la reelección de Cartes, indeseable más por desgracia viable.