En setiembre de 2014 hubo un congreso internacional sobre salud y organismos genéticamente modificados (OGM); el primero en el Paraguay, donde los OGM se cultivaban desde hacía años atrás. Para uno de los participantes, cultivar o no cultivar OGM era la opción entre el progreso y el atraso; el atraso eran los cultivos orgánicos.
¿Se quiere dar de comer a todos los habitantes del planeta, que cada vez son más? La única forma de superar el hambre es el cultivo de OGM, mucho más productivo. Este ha sido el argumento de los partidarios de los transgénicos desde que comenzó su cultivo en gran escala, hace unos veinte años.
Sin embargo, en setiembre de 2001 estuvo en Asunción el científico francés Jacques Testart, quien dijo en una conferencia: los OGM no tienen mayores rendimientos que los orgánicos. A Testart, un hombre de conocida trayectoria, no se lo podía considerar un ignorante, mas se lo cuestionó diciendo que él expresaba la rivalidad entre Europa y los Estados Unidos. Europa, supuestamente, se negaba a aceptar el liderazgo norteamericano en ese gran adelanto que significaban los OGM, la gran solución para la agricultura mundial.
Curiosamente, ahora son norteamericanos quienes ponen en duda las proclamadas ventajas de los transgénicos. Un reciente estudio de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos afirma: no existen pruebas suficientes de que los OGM produzcan más que los orgánicos (ver en internet como Genetically Engineered Crops: Experiences and Prospects). Citando el estudio de la Academia, el New York Times publicó una investigación sobre el punto a fines de octubre pasado, traducido en su casi totalidad en la Revista Ambiente y Sociedad, Nº 703, puesta en internet (se da también el vínculo del Times).
Según el Times, los OGM no han cumplido las promesas con que se los lanzó dos décadas atrás: aumentar la productividad de los cultivos y reducir el uso de agroquímicos. El artículo, que utiliza datos de las Naciones Unidas y compara el rendimiento de los cultivos OGM de Canadá y Estados Unidos con los orgánicos de Europa, llega a la conclusión de que los rendimientos han sido más o menos parejos, pero que el uso de los agroquímicos ha sido menor en el Viejo Continente.
En cuanto a los precios, una bolsa de maíz orgánico cuesta en Francia 85 dólares, mientras que una bolsa de maíz transgénico cuesta en Estados Unidos 135 dólares.
El glifosato, herbicida muy usado con los OGM, ya es incapaz de controlar los yuyos resistentes que proliferan en varias partes del mundo, y se hace necesario utilizarlo en cantidades cada vez mayores, en combinación con otros herbicidas más tóxicos, como el 2,4D, un componente del Agente Naranja, que causó estragos en Vietnam.
Otro herbicida alternativo es el dicamba, aún no autorizado en Estados Unidos, pero que se usa y ha causado graves daños a los agricultores cuyos vecinos lo usan. (¿Se usará en el Paraguay, donde se lo autorizó en 2014?). En cuanto a los agroquímicos, el Times cita la opinión de David Billinger, investigador de Harvard: esos productos son tóxicos, y han afectado la salud de la población. Siendo así en los Estados Unidos, debe de ser peor aquí, donde la ley se respeta menos.