El aumento de las coberturas de los programas cuyos datos informa el Ministerio de Hacienda es solo el primer paso para lograr una mejora sustancial en los indicadores sociales y económicos del país.
La eficacia de los programas de protección social –como Tekoporã y la pensión alimentaria para adultos mayores– exige que otras políticas estén bien implementadas.
En el caso de niños y niñas de Tekoporã, el acceso a servicios educativos y de salud de calidad es un determinante fundamental para que se cumpla el objetivo del programa, que es romper con la transmisión intergeneracional de la pobreza. Mientras la deserción escolar continúe siendo un problema, especialmente en la adolescencia y la calidad de la educación sea mediocre o mala, la probabilidad de que salgan de la pobreza definitivamente es mínima.
La implementación deficiente de los programas de salud que benefician a la niñez –incluyendo los que se destinan a garantizar una alimentación adecuada como los de desnutrición o los de la alimentación escolar– impide que los recursos destinados a Tekoporã tengan todo el impacto posible.
En el caso de las personas adultas mayores, no se puede esperar que con poco menos de G. 500.000 cambie radicalmente la calidad de vida. Sin un sistema de salud que funcione bien, sin viviendas de calidad y sin programas de recreación, entre otros, la vida de un adulto mayor en situación de pobreza transcurre en el medio de condiciones precarias e indignas.
Los programas de agricultura familiar destinados a financiar determinados productos y servicios desde el Ministerio de Agricultura tampoco están teniendo los efectos que deberían tener. Las estadísticas muestran que cada vez importamos más alimentos, mientras que los precios permanecen relativamente altos y la pobreza campesina se mantiene.
Cabe preguntarse qué está pasando que a pesar de los recursos destinados al sector ni en el campo ni en la ciudad se verifican mejoras importantes en el acceso y calidad de productos básicos de la canasta familiar provenientes de la agricultura familiar.
Aumentar las coberturas es una condición necesaria, pero si paralelamente no mejora la gestión de los programas, el aumento del gasto no se traducirá en un aumento proporcional de los beneficios, lo que generará una reacción negativa de la ciudadanía.
Paraguay aumentó de manera importante sus recursos hacia los objetivos sociales. Pero es necesario que las diferentes intervenciones –protección social, agricultura, salud, educación, inclusión financiera, vivienda– se integren de manera a garantizar que se traduzcan en la mejora sustancial de la calidad de vida de las familias titulares de estos derechos.