Algunas crónicas de Indias relatan que cuando los españoles llegaron a las islas de las Antillas, en nuestro continente ofrecieron espejitos de colores, baratijas de bajo costo, a las poblaciones locales a cambio de los adornos de oro que estas lucían generosamente.
A partir de allí, vender espejitos se convirtió en la definición por excelencia del arte de la estafa: Lograr algo muy caro a cambio de algo sin valor. El que se perfecciona en vender espejitos es admirado y emulado por cuanto mafioso hay por su talento para embromar a la gente.
Ahora estamos, en nuestro país y con motivo del proceso electoral en curso, en una de las operaciones más grandes de venta de espejitos de colores de las que se tenga memoria; nos quieren vender espejitos a cambio de nuestra libertad.
Los espejitos son las listas de candidatos supuestamente sin pasado, supuestamente sin vínculos, supuestamente nuevos, pero ciertamente jóvenes, en general gente linda, bien formada, bien vestida, bien presentada a los que, supuestamente, debemos votar para renovar la política nacional, dejando de lado a los viejos políticos, todos iguales según nos dicen los vendedores de espejitos.
Los vendedores de espejitos nos piden, en efecto, que miremos si los candidatos son lindos, si son jóvenes, si son bien formados, si están bien vestidos, si sus publicidades en Instagram son atractivas, y hacen lo posible para que no miremos sus vínculos, su pasado ni, sobre todo, sus financistas.
La campaña es tremenda. Lindos nuevos versus feos viejos, jóvenes nuevos versus viejos agusanados, bien formados nuevos versus brutos tradicionales y así, como si la política nueva fuera una cuestión de estética y no de principios.
Se trata de una de las campañas de estafa social más grandes de la historia paraguaya, pues tergiversa lo que es nuevo y lo que es viejo en Paraguay.
Lo nuevo en Paraguay no son los supuestos jóvenes entrando a la política, sino la comprensión de que sin Estado de derecho, sin vigencia de la Constitución, no hay desarrollo sostenible. Eso es lo nuevo. Lo verdaderamente joven.
Lo viejo en Paraguay no son los supuestos agusanados atornillándose a la política, sino la idea de que hay que hacer leyes fundamentales a la medida del que paga y que al que paga hay que convertirlo en un dios al que se le deben gracias y rezos. Eso es lo viejo. Lo habitual. Lo verdaderamente tradicional.
¿Por qué no cuenta Fidel Zavala, supuesta renovación de la política, cómo conoció a Francisco Javier de la Cuadra, principal asesor de Horacio Cartes, cuál es su vínculo, qué hizo con él? Y con Fidel, todo el Partido Patria Querida cuyo líder, Pedro Fadul, hizo una gigantesca operación comercial (venta de hoteles y edificios) con Cartes. ¿A nadie le preocupa quién financia a Patria Querida?
¿Por qué no cuenta el Partido Encuentro Nacional, supuesta renovación de la política, dónde trabajan sus líderes actuales y qué contratos con el Estado, sin licitación, tiene su fundador y guía, Guillermo Caballero Vargas? ¿A nadie le preocupa quién financia a Encuentro Nacional?
¿A nadie le preocupa quién financia a Pueblo de Dios que se afilió al Partido Colorado sin respetar a sus creyentes liberales, socialistas o vegetarianos?
Y como en toda buena operación de venta de espejitos, entre las baratijas hay algunas excepciones colocadas allí para engañar mejor. Es el caso, por ejemplo, de Kattya González, a la que están usando para que por ella entren al Congreso personas como las que entraron a la Junta Municipal de Asunción por Tony Apuril.