El ex campeón mundial peso pesado Muhammad Ali (Casius Clay), cuya carrera pugilística repleta de récords, su elegante estilo sin igual y sus posturas controvertidas lo convirtieron en una de las figuras más reconocidas del siglo XX, murió ayer a los 74 años en un hospital de Phoenix (Arizona, EEUU).
Ali, que había sufrido por mucho tiempo del síndrome de Parkinson que le dificultaba hablar y convirtió al que fuera un atleta lleno de gracia en casi un prisionero en su propio cuerpo. Aún así, la autoproclamación como “el más grande” en su juventud seguía siendo verdad hasta último momento para millones de personas alrededor del mundo que lo admiraban por su coraje dentro y fuera del ring.
EN TODOS LOS ÁMBITOS. Junto a su imponente reputación de luchador, levantó su voz en contra del racismo, la guerra y la intolerancia religiosa, mientras proyectaba una confianza inquebrantable y un humor que se convirtió en un modelo para los afroamericanos en plena era de los derechos civiles.
“Fue uno de los mejores seres humanos que he conocido”, dijo George Foreman, el ex boxeador peso pesado que perdió ante Ali en un histórico combate de boxeo en 1974 en Zaire y que fue conocido como “Reyerta en la Selva”.
Ali disfrutó de una popularidad que trascendió más allá del mundo del deporte, pese a que rara vez apareció en público en sus últimos años de vida. Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, dijo que Ali fue “un hombre que luchó por nosotros”, y lo colocó al mismo nivel de otros líderes de derechos civiles como Martin Luther King Jr. y Nelson Mandela.
Durante y después de su reinado en el boxeo, Ali se reunió con líderes políticos y era considerado la persona más famosa del mundo.