Un día antes del inicio de clases el ministro de Educación, Raúl Aguilera, habló de una “indisciplina colectiva” en colegios y escuelas del país.
Se refirió además a la cuestión de la indisciplina como el de un problema “troncal” de todas las instituciones educativas del país (7.200), que incluso afecta en los resultados educativos.
Fue más allá y pidió a los padres que no desautoricen a los docentes frente a sus hijos. Faltaba que pida volver a ese cuento de los golpes con reglas en las uñas que tanto nos contaron nuestros padres.
Las palabras del nuevo titular de Educación y Ciencias sorprendieron, de verdad. Los italianos llevan décadas desarrollando teorías sobre darles libertad a los niños y aprovechar su curiosidad, dentro de las diferencias de cada uno, para aprender.
Precisamente esta curiosidad es la que mata la escuela del siglo pasado y que hoy necesita ser reformada. Una de ellas es, por ejemplo, María Montessori. Es increíble que todavía estemos hablando de estas cosas en estos tiempos, cuando sus teorías son de las primeras décadas de 1900.
También los catalanes, con su proyecto Horizonte 2020, se enfocan en utilizar el interés de los alumnos para aprender y crear así nuevas metodologías de enseñanza, una nueva infraestructura escolar.
Los niños incluso participaron en la elaboración del proyecto.
Nadie habla ya de “contención” o de “indisciplina”, porque esto se adquiere ganando la atención del niño, principalmente. Es decir, cambiar métodos de enseñanza, buscar infraestructuras más amigables e incluso aplicando tecnología.
Claro, eso ocurre ahora en Paraguay, donde se estigmatiza a los niños y jóvenes tildándolos de indisciplinados, o sugiriendo que vuelvan en masa al cuartel, porque no trabajan, porque no estudian, porque roban, porque no hacen nada. Porque son haraganes.
Es incluso sacado de los pelos decir que con disciplina la educación mejorará. Puede que sea un factor para lograr armonía en el aula, pero no es determinante.
La escuela logró que la mayoría de los niños ingresen al sistema educativo, pero no aprenden y muchos terminan abandonando el sistema por cuestiones económicas o familiares, no por indisciplina.
La educación solo puede mejorar si aumenta la calidad, si sabemos adonde apuntamos cuando hablamos de educación. En 24 años de vigencia de la reforma educativa, el Estado no ha sido todavía siquiera capaz de garantizar una escolarización superior al 90% en la Escolar Básica; ni qué decir en la Media.
Falta indisciplina. Para protestar cuando no llegan los kits escolares, cuando nos dijeron que llegarían para el inicio de clases. Cuando las obras de infraestructura escolar tienen un retraso de 660 días. Es decir, un tercio del periodo actual de Gobierno.
Cuando 9 de cada 10 no comprenden lo que leen en la escuela. Porque ellos no tienen la culpa, que es del sistema educativo actual, que es del Estado, que nunca revisó o editó la última reforma que se dio en el 94.
Cuando dijeron que la situación de las escuelas mejoraría, pero no, los techos, las estructuras siguen cayendo.
Falta indisciplina de padres y de directores cuando el municipio que prometió una “restauración integral” de la institución sigue sin poner un solo ladrillo años después de asumir su compromiso.
Cuando hay más de 300.000 niños que no tienen sillas y deben escribir en sus regazos. “En las condiciones más adversas se puede aprender”, dicen muchos. Pero los chicos se merecen mejores condiciones.
En promedio, cae en Paraguay una escuela por mes.
En promedio, una escuela con 150 alumnos recibe apenas G. 1.500.000 al año en concepto de gratuidad.
Casi 7 escuelas de cada 10 están en pésimo estado.