El BID le regaló al Gobierno un proyecto de construcción de varios edificios en la zona del puerto de Asunción; además del proyecto, le ofreció veinte millones de dólares para comenzar las construcciones. El resto lo tiene que poner el Gobierno. ¿Cuánto? Según algunos, USD 35 millones; según otros, USD 55 millones; otros elevan la suma a USD 100 millones; lo sabremos a la hora de pagar.
La Asociación de Arquitectos del Paraguay no está de acuerdo con el proyecto, pero el MOPC está empeñado en llevarlo adelante, le guste o no le guste a nadie.
En poco tiempo se lanza la licitación internacional, sobre la base de la APP (alianza público-privada). Una APP puede ser una versión financiera del EPP, porque opera en secreto y nos somete a la decisión de los tribunales internacionales, de triste memoria.
Uno de esos tribunales obligó al Paraguay a pagarle a la Société Générale lo que no le debía. Otros de la misma laya le han hecho perder un dineral en gastos judiciales en el affaire Gramont, que no sabemos cómo terminará. Por algo dijo Stiglitz, ganador del Nobel de Economía: la globalización tiende a reemplazar a las dictaduras tradicionales por la dictadura de las finanzas internacionales. ¡No importa! ¡Adelante por el mismo rumbo, que no es nuevo sino rancio!
¿A qué se debe la generosidad del BID? Al final de cuentas, el BID es un banco, y no está para regalarle nada a nadie, por muy banco de desarrollo que sea. Tampoco consta que haya desarrollado mucho a los países americanos. Sus programas de reforma de la educación del Paraguay han sido un fracaso. Esos programas de educación vinieron con créditos y con las instrucciones para utilizar el dinero de los créditos.
Pese a su declarado nacionalismo, Stroessner dejó que una burocracia internacional modificara los planes de enseñanza. Cambiando lo que se debe cambiar, la historia se repite: ahora no se trata de la educación, sino de la urbanización, que viene a ser una gentrificación, o sea una chuchificación: construir un barrio exclusivo en esa zona. Una activa participación tendrán las empresas privadas, las fuerzas vivas que, sin ninguna duda, demostrarán que son vivísimas.
La gentrificación vendrá después; el primer paso será la construcción de seis edificios para seis ministerios (o secretarías de gobierno) que ya tienen sus propios edificios. Entre ellos está el Ministerio de Educación, cuyo problema no es edilicio, al menos en la capital. En el interior, el 70% de sus escuelas tiene serios problemas, y esa debería ser su prioridad, no la de tener oficinas con vistas al río. Nadie sabe cuánto costarán esas construcciones (Contratación Pública no tendrá intervención), pero sí se sabe una cosa: todas las cloacas del nuevo barrio exclusivo terminarán en la bahía de Asunción, donde lo único que no falta es contaminación.