Podría ser cualquier pueblo del Paraguay. Alguien empeñado haría el intento de dar dos o tres nombres de localidades que cumplen con las características de la pequeña población que inspiró Función Patronal, la recordada novela de Alcibiades González Delvalle. Sin embargo, ese pueblito es en realidad el Paraguay; sus personajes, sueños y sinsabores, pequeñas alegrías y costumbres representan las características de un país bien conocido por todos, retratado muchas veces en nuestra literatura con implacable crítica y que en esta ocasión no hubo razón para excepciones.
Cuando vemos las miserias de nuestra política y su eterno afán de mantener al Paraguay como una nación furgón de cola, resalta en primer lugar ese bipartidismo que no necesariamente significa el Partido Colorado y el Partido Liberal, sino más bien el binarismo amigo/enemigo que vertebra nuestras relaciones sociales y, por extensión, las ético-políticas. Todos los otros partidos políticos que quieren salirse de esta lógica binaria terminan reproduciéndola, porque su implacable atractivo está enraizado en una programación cultural que nos condena.
Los dos principales líderes del pueblo, Ña Pastorita y Tío Ra, encabezan la directiva de los clubes de fútbol que son enemigos acérrimos. La alegoría del fútbol es acertadamente elegida por el autor, pues en la competencia (desleal en el caso de la política criolla) se busca la victoria, no la construcción consensuada y que beneficie a la mayoría.
Que la trama principal acontezca en los días de la función patronal indica la fuerte presencia de la religiosidad popular de los pobladores, quienes, por un lado, demuestran un respeto por los símbolos sagrados y todo lo que lo divino acarrea, pero, por otro lado, no tienen escrúpulos en traicionar con una hipocresía donde lo religioso se esfuma como lo que es: puro invento envuelto en una moral imposible de cumplir a cabalidad.
Aparecen los mitos populares como los del Luisón, comisarios prebendarios, prostitutas sin clientes, amores perdidos, jueces corruptos y otros seres que van forjando sus vidas en el chisme, la envidia y los sueños rotos. Pueblo chico, infierno grande, ciertamente. Es ese el Paraguay que la novela desesperadamente, y descarnadamente, nos muestra.
Sobre la técnica del novelista, un conocedor como Francisco Pérez-Maricevich consigna: “Una sucesión de episodios no lineales, distribuidos en 24 segmentos narrativos, se hallan sometidos a una técnica estructural cercada al juego cinematográfico, con su diseño en zigzag, con avances y retrocesos, implicaciones, raccontos y anticipaciones temporales, con enfoques o encuadres de espacios simultáneos y punto de vista del narrador omnisciente ocupa el contexto del relato de la acción, que a pesar de lo abigarrado de los episodios del argumento, es simple y sencilla”.
Los acontecimientos de nuestra miserable política simplemente nos indican que seremos por mucho tiempo más un país de segunda, y que los temas de novelas como Función Patronal seguirán tan vigentes.