Por Andrés Colmán Gutiérrez | @andrescolman
El viejo ómnibus Mercedes Benz 1113 estaba allí, estacionado en el patio de la vivienda familiar, condenado inexorablemente a convertirse en chatarra.
Rubén Montiel creyó que el histórico y batallador vehículo, que durante 18 años sirvió como unidad del transporte público llevando pasajeros, primero en la Línea 14, de Asunción a Ypané y Lambaré, y luego en la Línea 22 de Fernando de la Mora, se merecía otra oportunidad antes de ir a morir a un desarmadero.
“Yo acababa de regresar de España, donde estuve cinco años trabajando y especializándome en herrería, cuando encontré que el ómnibus que habíamos comprado con mi hermana estaba ya tirado, no podía circular más. Entonces le dije que lo iba a recuperar y transformar en un pintoresco camión de carga”, explica Rubén, de 36 años de edad, actualmente propietario de un local de herrería en la compañía Cabañas de Caacupé, Cordillera.
MONTAJE. Tras comprobar con un amigo mecánico que el vehículo aún estaba en buenas condiciones de ser utilizado, tras algunas reparaciones de rigor, Rubén se encargó de llevarlo hasta su taller, donde empezó el paciente trabajo de cortarlo y transformarlo.
“Lo que hice fue cortar en dos la carrocería del ómnibus, arrancarle la parte trasera y reemplazarlo por una carrocería de madera, como las que usan los camiones de carga”, destaca.
El resultado fue un llamativo vehículo, mitad ómnibus, mitad camión, al cual él denomina “tumba-bus”, pero al que los mita’i de Cabañas ya han bautizado con el sugerente nombre de “el camión transformer paraguayo”.
Al verlo circular por la agreste compañía entre los cerros de Cordilleras, los niños corren alborozados gritando: "¡Oú transformer...! ¡Oú transformer...!” y salen a su paso, pidiéndole a Rubén que los lleve a dar una vuelta, imaginando quizás que viajan junto al camión robot Optimus Prime, héroe de la serie de películas Transformers.
INNOVACIONES. El asiento del chofer ha sido adaptado de un folklórico “sillón cable”, al igual que el de los acompañantes, pero Rubén planea agregarle más lugares, para poder llevar a más pasajeros.
“Aquí fácilmente pueden caber 20 pasajeros en la cabina, además de mucha carga en la carrocería. Así, el vehículo puede cumplir una doble función”, refiere.
Por ahora, Rubén utiliza su peculiar invento automotor para trasladar las pesadas cargas que necesita para sus tareas de herrero a domicilio, pero también acepta realizar servicios de flete.
“Casi siempre me buscan para que les traiga piedras o arena desde Tobatí, y de paso también viajan algunos pasajeros. Todo lo hacemos de un modo muy informal, más que nada para hacerle un favor a los vecinos”, destaca.
El peculiar vehículo se ha convertido en una verdadera atracción en el paisaje rural de Cabañas y sus alrededores, donde muchos vecinos y visitantes le piden a Rubén tomarse una foto con él, o le piden que les dé un paseo.
El herrero sueña con agregarle más innovaciones, un sistema hidráulico para abrir puertas y recrearlo con nuevos colores, aunque admite que el verdadero atractivo está en conservar la pintura original de la Línea 22.
“Yo solo quería rescatar un viejo ómnibus para usarlo como medio de trabajo. Nunca pensé que iba a convertirse en una atracción turística”, admite risueño y divertido.
