No nos une el amor, sino el espanto / será por eso que la quiero tanto. Con estos versos, Jorge Luis Borges describe su relación de amor y odio con Buenos Aires.
Citando los versos, un analista español describió la relación de la Unión Europea con el tratado comercial con los Estados Unidos. El tratado, más conocido por sus siglas inglesas de TTIP, es una alternativa al espanto europeo de quedar rezagado por el poderío económico norteamericano, por un lado, y el poderío económico chino, por el otro.
Para otros analistas, el TTIP forma parte de una estrategia de detener el avance chino hacia el Oeste; por el Este, China ya tiene el TPP, ese tratado de libre comercio entre países del Pacífico, entre los cuales se encuentran Estados Unidos, Japón y Australia.
Ambos tratados forman parte de la política de Barack Obama, que ya logró la firma del TPP y ahora quiere la del TTIP. Sin embargo, las cosas se le complican a Obama porque en Europa y en Estados Unidos crece la oposición al TTIP: una reciente encuesta mostró que solamente el 18% de los norteamericanos está de acuerdo.
La oposición ha crecido con la filtración hecha por Greenpeace hace unos días sobre el contenido de las negociaciones, que se habían ocultado al público.
Dicho sea de paso, la ocultación ha sido la característica de las negociaciones de los tratados comerciales: tanto del ya aprobado TPP, como del finado ALCA, que pretendía crear una zona de libre comercio en América y fue rechazado por los gobiernos latinoamericanos.
En estos tres casos, la oposición se ha debido a que, con acuerdos secretos, se pretendía dar mayor poder a las corporaciones multinacionales, que ya bastante poder tienen.
Un tratado internacional es una ley; en un sistema democrático, la ley es expresión de la voluntad popular, expresada a través del Congreso.
Sin embargo, en los casos mencionados, redactaban los tratados representantes de las multinacionales, sin dársele ninguna información a la ciudadanía, y ni siquiera a los parlamentarios, a quienes no se les dejaba ver el texto y, cuando se les mostraba una parte, se les prohibía comentarlo.
¿Por qué el secreto? Porque, como admitió un funcionario norteamericano negociador del TPP: si la gente se entera, se va a enojar. ¿Por qué el enojo? Porque se les concede a las multinacionales el derecho de demandar a los Gobiernos que quieran mejorar las condiciones laborales, sociales o ambientales con nuevas leyes que les hagan perder dinero a las multis.
Esto es, por supuesto, quitarles soberanía los gobiernos nacionales en beneficio del 1% de la población mundial. El presidente Hollande ha dicho que se opone al TTIP, y esta pareciera ser la tendencia prevalente; por suerte, porque un acuerdo de ese tipo tendrá consecuencias desfavorables para el resto del mundo.