Uno de los principales era sin dudas el estado de la educación, con un sistema que en gran medida se había convertido en una extensión del aparato político dominante y que estaba viciado con una alta dosis de clientelismo y prebendarismo.
Solo alrededor de un cuarto de los jóvenes del país asistían a la escuela secundaria y en términos de educación superior los números eran mucho peores. En términos generales, el gasto per cápita en educación era de alrededor del 15% de lo que ya invertían países como Argentina, Uruguay y Brasil.
Podemos seguir con muchos otros indicadores que pueden señalar el pésimo estado de la educación en ese momento y fue precisamente eso lo que ciudadanía entendió en gran medida apenas salíamos de la dictadura.
Tuvimos en el país una suerte de convicción colectiva de que educación y democracia debían estar estrechamente vinculadas y por lo tanto si queríamos continuar por la senda democrática, debíamos hacer un gran esfuerzo por reformar totalmente la educación que teníamos.
Dicha convicción se tradujo en acciones concretas y se inició el proceso de reforma educativa que convocó a los mejores talentos del país y tuvo además la participación de amplios sectores de la ciudadanía.
Durante el año 1992 se realizaron 19 Congresos Regionales de Educación (por igual número de departamentos que teníamos en ese momento) y 2 Congresos Nacionales.
La idea era discutir ampliamente sobre el tipo de educación que precisábamos en la nueva era democrática y fue precisamente eso lo que se plasmó en el documento de la Reforma Educativa que iniciaría su implementación en el año 1994.
Todo el proceso tuvo también el apoyo y colaboración de organismos internacionales de cooperación y reconocidos centros de investigación como el Instituto de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.
Este gran consenso nacional también se vio reflejado en la nueva Constitución Nacional promulgada en el año 1992, pues en la misma se establecía por ejemplo que la inversión anual en educación debía corresponder como mínimo al 20% del Presupuesto General de Gastos de la Nación. Otro paso adelante considerando que anteriormente dicho número estaba en alrededor del 7%.
Cuando leemos los postulados de la Reforma Educativa resultantes de todo este proceso social post-dictadura, vemos principios y valores sobre el tipo de ciudadanos que queremos formar a través del sistema educativo, que siguen siendo absolutamente vigentes.
El gran problema obviamente estuvo en el proceso de implementación de esta reforma. Se pueden hacer muchos análisis al respecto, pero en términos muy generales creo que gran parte de los esfuerzos estuvo concentrado más bien en el tema de la cobertura.
Como veníamos de una cobertura muy baja y muchos quedaban fuera del sistema, era imperioso modificar drásticamente dicha situación, siguiendo además una corriente mundial que propugnaba con fuerza la idea de una educación para todos.
Por supuesto que era un esfuerzo que debía hacerse y se tuvieron grandes progresos en el sentido de la cobertura en las décadas siguientes, pero en la forma en que se hizo, se atentó seriamente contra la calidad en la educación y hoy tenemos condiciones estructurales en nuestra educación que dificultan mucho la mejora ostensible en calidad.
Hoy precisamos de vuelta esa convicción colectiva que tuvimos en su momento en términos de la inseparable y estrecha relación entre educación y democracia. Pero debemos agregarle el adjetivo “calidad” a esas palabras.
Después de todo, sin una democracia de calidad y una educación de calidad, los peligros de tiempos más oscuros siempre estarán acechando con sus nuevas formas.