Por tercera vez en esta Nochebuena habrá un lugar vacío en la humilde mesa familiar de la familia Morínigo Florenciano, en Arroyito.
El policía Edelio, uno de los 12 hijos de Obdulia y Apolonio, cumple hoy 904 días de permanecer secuestrados en poder del grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y no hay muchas esperanzas de que sea liberado, al igual que las otras tres personas que están en situación similar: Abrahán Fehr, Franz Wiebe y Félix Urbieta.
Es difícil contar lo que significa para una mamá como Obdulia pasar la Navidad con una ausencia tan dolorosa, como arduo resulta retratar a este Paraguay de ausencias y presencias, de sabores y sinsabores, de angustias y esperanzas, que en medio de todo se dispone a alzar sus copas en esta noche de coro de cigarras y aroma de flor de coco.
Lo he tratado de describir en una breve crónica titulada Navidad sin ti, que publica el semanario uruguayo Brecha en una edición especial, pero la propia ña Obdulia me supera con el desgarrador poema que ella escribió en guaraní y recitó con voz quebrada ante los periodistas.
"¿Mamópa oime Edelio? ¿Oimépa oî con vida? Orengo todos los día roñembo’éva hese... (¿Dónde está Edelio? ¿Será que sigue con vida? Nosotros todos los días rezamos por él...)”, dicen sus letras temblorosas sobre una manchada hoja de cuaderno escolar. ¿Qué decirle a ña Obdulia y a las otras madres...? ¿Cómo poder desearles Feliz Navidad, más que prometiéndoles sumar nuestros esfuerzos por hacer posible un Paraguay en donde no haya más ausencias de ningún Edelio, Abrahán, Franz, Félix...?.
En otras mesas navideñas, sin embargo, habrá ausencias que por fin se habrán convertido en presencias. Hablo de los lugares vacíos que durante más de tres décadas se guardaron en las familias de Miguel Ángel Soler, Rafaela Filipazzi, José Agustín Potenza y Cástulo Vera Báez, desaparecidos y asesinados por la represión dictatorial stronista, que este año se convirtieron en los primeros cuatro identificados entre los restos de 27 personas halladas gracias a la tesonera búsqueda de Rogelio Goiburú y su equipo de empíricos antropólogos forenses.
Son hogares en donde por fin se cierra el duelo y el hueco oscuro de una silla vacía finalmente se llena de luz y hay una sensación de paz y de descanso. Más allá de la idea cultural o religiosa que cada uno tenga acerca de la Navidad, es una muy buena razón para brindar.
A todos y a todas: ¡Salud y felicidades...!