25 abr. 2024

Adán y Esteban

Lupe Galiano

Una teóloga contemporánea explicó la creación: “Dios creó a Adán y Eva, y no a Adán y Esteban”. Amén de tan sabias palabras que harían temblar a santo Tomás de Aquino, sería bueno hablar un poco de Adán y si sobra espacio de Esteban.

En una sociedad como la nuestra, Adán no solo tiene que ser Adán, sino que tiene que demostrarlo. Para que pueda conseguirlo con una mínima destreza, desde chiquitito se le enseña que hay que ser macho, ya que a ser macho se aprende, no se nace, me disculpan los defensores de las variadas ideologías que andan por ahí.

Para ser un buen macho, desde la más temprana infancia tiene que saber que los hombres no lloran, sino que hacen llorar y si es a las mujeres, mejor. Apenas nace, papá se enorgullece de cuán grande la tiene.

Cuando entra en el jardín de infantes, comienza: "¿Cuántas novias tenés”, y el mitã’i de 3 años en lo único que piensa es en la plastilina y en último caso en comer la plastilina. Pero así se va forjando el machito.

Mientras va creciendo se le van enseñando las cualidades de ser varón. Tiene que aprender de entrada a orinar sobre la tapa del inodoro y a no estirar la cadena, ya que la consideración no es una de las virtudes que se esperan de un hombre-hombre.

Desde antes de que le salgan los bigotes tiene que saber distinguir los atributos de una buena mina, huelga decir cuáles son, y tiene que saber despreciar con categoría a todos los hombres “que no son tan hombres”.

Si quiere, un macho bien macho se puede vestir de rosado, pero recién desde la juventud, cuando ya se sabe que no está para jugar a las muñequitas.

Cuando esté apto para procrear no debe desperdiciar ninguna oferta y así deberá ser en toda su vida adulta. No tiene que olvidarse de comentar los triunfos que alcanza y para demostrar con perfección su hombría es mejor que tenga muchas novias, que ponga un huevo en cada canasta y que se olvide de sus responsabilidades de padre.

Pero para recibirse de macho men con todas las de la ley, el caballero tiene que sobarse la barriga bien llena de cerveza; hurgarse el ombligo con el dedo índice en busca de la última pelusa perdida y acusar con estridencia a los loritos óga.

En todos estos años de reforma educativa, la aguja no se movió un píum, sino que cada vez nos volvimos más cavernícolas y no se escucha a nadie que hable de educar para la consideración, el respeto, la solidaridad, la honestidad, que es lo que realmente necesita el Paraguay.

PD: Seguro que no va a faltar el que diga: “A esta lo que le falta es una buena p...” y linduras por el estilo, así que vamos na a renovar los insultos y chistecitos para no ser tan reiterativos.