Si le hubiera gustado, se habría evitado el bochorno. Si fuera cinéfilo, habría ido a ver Spotlight, la película ganadora del Oscar y quizás hubiera actuado de otro modo.
El filme cuenta la historia de un equipo de periodistas de investigación del diario Boston Globe que desenmascaró cómo la Iglesia Católica de Massachusetts había ocultado casos de abusos sexuales contra niños, perpetrados por distintos sacerdotes. Y quizás hubiera entendido que en los tiempos actuales no basta con una llamada telefónica para evitar la divulgación de hechos que deben ser conocidos. La sensibilidad ciudadana es alta por la percepción de que hay intención de encubrimiento.
Como no sabremos nunca los términos de la conversación telefónica que culminó en el levantamiento de la investigación que se venía publicando sobre el caso del cura argentino Carlos Ibáñez, solo nos queda evaluar sus consecuencias. Si la intención fue tapar un escándalo, el resultado fue de una torpeza memorable. Una noticia que estaba siendo publicada en un solo medio, se convirtió en asunto tratado por todos los diarios, noticieros de radio y televisión y con repercusión en la prensa internacional. El interés por conocer detalles de las acusaciones se evidenció en las redes sociales.
Con razón o sin ella, monseñor quedó como el instigador de la censura periodística. Y no pudo elegir un día peor: el Día del Periodista. El día que los periodistas se reúnen para evaluar los avatares de su profesión. Con lo que las manifestaciones de repudio se amplificaron a otras redacciones e incluso al Parlamento.
Convengamos que las declaraciones posteriores de monseñor tampoco ayudaron a calmar los ánimos. ¿Qué es eso de que la publicación no era oportuna? ¿Cuándo lo sería? ¿Por qué deberían los periodistas mostrarle primero a él los documentos que tenían? ¿Por qué habría que esperar que el sacerdote “baje al laicismo” para que la justicia lo investigue?
Con razón o sin ella, se ha transmitido la imagen de que los que menos importan en esta historia son los niños que sufrieron abusos por parte de sacerdotes pedófilos.
Le sigue faltando a la jerarquía eclesiástica la voz firme, decidida y valiente que denuncie y separe de la institución a los que, arropados en sus sotanas, se aprovechan de los más vulnerables. El papa Francisco ha proclamado la necesidad de una transparencia que aquí no se vio.
El medio que venía publicando la serie Iglesia Oscura ha corregido a medias su equivocada decisión editorial. La información es accesible en las páginas digitales. Los periodistas que no se callaron dieron una enorme muestra de valentía y profesionalidad. En cuanto a monseñor, habría que sugerirle que vaya con más frecuencia al cine.