Yambay, uno de los pocos paraguayos que ostentan todas las condecoraciones que un civil puede recibir a nivel nacional –entre ellas, la de Orden Nacional al Mérito en el Grado de Gran Cruz–, tiene previstas presentaciones desde este domingo en Madrid.
Luego, siempre acompañado de Los Alfonsinos: Chahian Yambay, Pablito Barrios, Mario Godoy y Leonardo Castro Santacruz, ofrece conciertos en Barcelona, el sábado 12, y en Málaga, el domingo.
En el Viejo Continente, la colectividad paraguaya lo espera con ansias. “Aháma hína (ya me estoy yendo)”, dijo antes de embarcar en el aeropuerto Silvio Pettirossi.
TESORO VIVO. Con estas presentaciones, el músico, considerado un Tesoro Vivo de la Humanidad por la Unesco debido a su increíble capacidad para imitar animales, inicia su gira de conciertos de despedida de los escenarios, luego de recorrer gran parte de la geografía nacional, grabar más de 30 discos y dejar su huella con un estilo original de hacer música.
“Apytu’uséma (ya quiero descansar), son más de 57 años con la música”, comentó Yambay, quien fue admirado desde su ingreso al Silvio Pettirossi, donde se acercaron los fans a pedirle fotos. “No creo que me despida del todo, yo solo quiero cantar, la música es mi vida”, aseguró, al tiempo de mencionar que si bien se va a alejar de los escenarios, no dejará de cantar y ejecutar la guitarra, su compañera inseparable.
UN SUEÑO. En cuanto a su despedida en Paraguay, adelantó que será a lo grande, con los amigos de siempre y en varias ciudades, con un cierre en Asunción. “Quizás llene el estadio Defensores del Chaco”, dijo.
A lo largo de 57 años de carrera, Quemil recibió numerosas distinciones, pero las más valiosas para él son los aplausos del público, su admiración y cariño. “Che ko ni nunca nda pensáiba kóa ko punto ahupyty, nde eikuaa la ñande folklore, al menos amo kampáñape, michî va’ekue; che mandu’a papá he’i va’ekue chéve: ‘eheka otra cosa ejapohagua’ (nunca pensé llegar a este punto, sabés que nuestro folclore, por lo menos en el interior, era chico; recuerdo que mi papá me decía: ‘buscá otra cosa que hacer’)”, rememora el músico, quien por consejo de su padre se dedicó al fútbol en un principio. “El señor Candia, fanático de Cerro Porteño, me trajo al club para jugar, y jugué; pero tenía problemas de la vista y por indicación médica lo dejé", contó. Por su pasión por la música, Quemil insistió en su vocación, y le fue muy bien; tanto que su padre, luego de recibir el regalo de su hijo: un sobre lleno de dinero, bromeó que prendería vela a la guitarra.