25 abr. 2024

¿23 cromosomas menos?

Carolina Cuenca

No hay que ser sabios para darnos cuenta de lo mucho que las ideas extremistas del feminismo de tercera ola, el de la teoría de género, han penetrado en la percepción antropológica, es decir, la visión sobre el hombre que existe hoy en varios ambientes influyentes. Expresiones como patriarcado, asimetrías de género, estereotipos, aparecen con frecuencia, sin llegar a aclararse su significado ni estandarizar sus conceptos cuando se habla de paternidad.

Pero más allá de las ideologías, está la realidad de que este Día del Padre varios ciudadanos se quedarán sin mucho que festejar, ya que el padre es una figura extraviada de la escena familiar, sobre todo como modelo, como referente, estando o no físicamente.

¿Cuesta entender lo que es ser padre? ¿Qué pasa con los que no deseamos unirnos a la carrera obsesiva de las radicales por “matar al padre, para liberar a la mujer y al mundo”? ¿Nos tendremos que conformar con seguir el camino trazado por sus modas culturales?

Creo que aunque consigan suprimir del calendario escolar esta fecha especial a fuerza de chantajes emocionales y cambien la nomenclatura, la realidad sigue, la pregunta sigue y, si hay dolor por alguna ausencia o mal relacionamiento, este dolor sin duda también continúa.

Creo que no podemos resignarnos a ver cómo violentan la naturaleza de nuestras relaciones humanas básicas (padre-hijo), como si se tratara de intentar borrar de un golpe genético los 23 cromosomas que aporta el padre en la fecundación de su hijo. ¡Tantos cromosomas como los de la madre, por cierto! Biológicamente, somos 46 cromosomas agrupados por pares en sintonía llamativamente ordenada en el mismo momento de la concepción. La mitad de la herencia genética de un bebé procede de su padre, aunque de la mezcla puedan resultar miles de posibilidades genéticas.

¿Es necesario el padre? Sí. Decía Freud: “No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre”. Incluso un político, como el ex presidente Bill Clinton (1995), afirmaba: “Puede que el problema social más grande que existe en nuestra sociedad sea la ausencia del padre en el hogar de los niños, porque contribuye a tantos otros problemas sociales”. También los creyentes como el papa Francisco asocian la paternidad a la imagen de un “Dios que es Abba, un Padre misericordioso”.

La figura paterna es vital para los hijos. Para el desarrollo de su autonomía, autocontrol, realismo, sentido moral, rendimiento académico, crecimiento personal... Su influencia es clave aunque, por ejemplo, en la adolescencia, se reniegue de él, cuando maduramos reconocemos su importancia y surge el agradecimiento. Como decía el escritor Mark Twain: “Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarlo. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años”.

Demos un paso adelante y enseñemos más bien a las nuevas generaciones cómo ejercer una paternidad sin complejos en el mundo de hoy.

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