Y ahora, ¿qué?

Parecida pregunta a la que sin duda se la harían muchos de nuestros antecesores cuando comenzaron a pensar en librarse de la colonia. “Y luego, ¿qué?”. Parecida pregunta aunque, entre otras, con una gran diferencia.

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En la colonia los monárquicos españoles y los criollos paraguayos, que se disputaban el futuro eran pocos. ¿Unos miles escasos? Los indígenas y de raza negra no eran tenidos en cuenta

En el Paraguay de hoy, la lucha por el futuro abarca a toda la nación, con diversidad muy grande de grado de conciencia socio-política y ciertamente con una enorme desigualdad económica. Nadie se libra de la pregunta “Y ahora, ¿qué?”.

Porque algo nuevo ha de ocurrir. El “seguir con lo mismo” sería prolongar la agonía. En 1989 nos pusimos en marcha hacia un futuro de democracia orientados por la Constitución de 1992.

Han pasado 28 años y el poder del pueblo (democracia) no ha aparecido. Quienes nos gobernaron, salvo excepciones, juraron una Constitución que nunca cumplieron.

Mientras tanto, el poder se fue concentrando en los que tenían la plata (plutocracia) que además eran muy pocos (oligocracia). Y por todo el país se fue extendiendo la epidemia de la corrupción (cleptocracia).

Hemos perdido 28 años. Y el modelo desde hace tres años impulsado por Cartes nada tiene que ver con las necesidades populares.

Es la implantación desde arriba de un modelo neoliberal en beneficio de 200 familias y sus adyacentes que apenas, contando sus asalariados, llegarían a la mitad de la población.

Quedan los otros tres millones de paraguayos y paraguayas de todas las edades compuesto de clase media baja que se derrumba, parados, desalojados, empobrecidos, pobres de siempre y el fondo de todo esto que crece en número hundido en la miseria.

Estos 28 años generan un profundo hartazgo y desilusión. El incendio del Senado es un símbolo de todo esto. Y ahora, ¿qué?

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