Vencer o morir

Por Brigitte Colmán

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Alguien le tiene que avisar al que sigue promoviendo el uso del lema Vencer o morir, para alentar a la Albirroja, que la frase no está funcionando. Y la verdad es que con tan pocas alternativas hasta les debe meter un poco de miedito a los jugadores.

Porque, seamos sinceros, desde Cerro Corá más o menos que no nos ha ido tan bien que digamos. Bueno, el Paraguay siguió existiendo, a pesar de la Triple Alianza, ya conocen la historia. Y claro que es un gigantesco mérito, sobre todo después de la destrucción que dejaron brasileños, argentinos y uruguayos.

Que conste que me gusta el fútbol, y que me encantaría conocer Rusia, pero hay que reconocer que eso de vencer o morir no ayuda. No les quiero cortar el entusiasmo, en serio, pero no clasificar para un mundial no es una catástrofe. Aunque, si quieren sentirse desgraciados, les puedo contar una historia verdaderamente triste.

Guahory. Es la historia de 200 familias paraguayas que vivían en un olvidado rincón del país, que se dedicaban a vivir su vida de lo más tranquilos. Tenían sus casas, sus cultivos, sus hijos y sus animalitos.

Hasta que un día, llegaron 1.200 policías para echarles, quemaron sus casas, arrasaron sus cultivos, perdieron todo, y hasta les robaron sus animalitos. El operativo lo llevó adelante el propio Estado paraguayo, que en vez de protegerlos los traicionó.

Los campesinos que viven en la colonia Guahory, ubicada en el distrito de Tembiaporã, Departamento de Caaguazú, a 270 kilómetros de Asunción, tienen un problema. Existe un conflicto entre ellos y los brasiguayos, que ostentan títulos de propiedad. La cuestión es que muchos de esos títulos fueron expedidos violando requisitos establecidos en el Estatuto Agrario, como por ejemplo, que la ocupación del lote debe ser efectiva, y no pueden ser revendidos antes de los 10 años. A pesar de las irregularidades, los títulos de propiedad fueron inscriptos en el Catastro y en los Registros Públicos.

Los productores brasiguayos ni siquiera viven en la colonia Guahory, ellos solo usan la colonia para cosechar. Mientras tanto, las familias desalojadas subsisten en condiciones de gran precariedad, y las escaramuzas entre los campesinos y los policías paraguayos –esponsoreados por los productores brasiguayos– van en aumento.

La Asesoría Jurídica del Congreso asegura que el desalojo fue irregular y viola la Constitución Nacional. También el presidente del Indert reconoce la legitimidad de los reclamos de los campesinos. Ahora falta que se decidan a parar la violencia, que la policía paraguaya deje de castigar a campesinos paraguayos, mujeres y niños; y los dejen cultivar sus tierras en paz.

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