¿Tiene chances Efraín?

A primera vista, los resultados de las elecciones internas del pasado domingo dejan un aire triunfalista en las carpas coloradas. No parecen faltarles razones para el optimismo.

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Es indiscutible que la ANR movilizó ese día 600.000 electores más que la Concertación Nacional, alcanzando un 46% de participación electoral, una tasa muy superior a la de los partidos opositores. Santiago Peña, el candidato ganador colorado, obtuvo 618.000 votos, mientras que Efraín Alegre, el opositor más votado, venció con 348.000.

Estas cifras no son más que el reflejo contable de lo que era posible percibir durante una campaña electoral desproporcionada en cuanto al tamaño del padrón, recursos financieros y eficiencia del aparato electoral.

Pero, con la cabeza un poco más fría, uno descubre que esos números no son tan apabullantes. Al contrario, deberían ser mirados con mucho detenimiento por los colorados, porque podrían esconder información alarmante.

La tal Concertación terminó siendo una interna liberal levemente ampliada. Mucha gente no entendió cómo funcionaba, dónde y por quién podía votar, y si el Frente Guasu la integraba o no. Comparando los votos de las duplas presidenciales de la Concertación con los obtenidos por las listas liberales al Senado, se constata el hegemónico peso del PLRA en ese conglomerado. Se calcula que el aporte de los otros partidos y del voto independiente fue apenas superior a los 160.000 sufragios.

Entre que se entendía poco y que no había tanta pasión como en la interna colorada, porque la victoria de Alegre estaba cantada, esa baja participación puede ser engañosa.

Es muy probable que no suceda lo mismo en las generales de abril próximo, cuando Efraín será el único candidato de la Concertación, el ambiente esté más polarizado y logrará sumar, sin duda, muchos más votos, por fuera del PLRA. Fíjese que para entonces ya podrá recibir votos colorados en el anonimato, lo que no ocurrió el domingo pasado. Si un afiliado colorado hubiera querido votarlo debería haber ido a una escuela designada como exclusiva para los de la Concertación. Convengamos que sería una situación intimidante para un funcionario público, por ejemplo.

Una de las características del comportamiento electoral de Efraín Alegre es la enorme variación que se verifica entre los resultados que obtiene en sus internas y la cantidad de votos que termina alcanzando en las elecciones presidenciales. Las diferencias son enormes. Eso ha ocurrido en las de 2018, cuando estuvo a solo 3,3% de Mario Abdo. Esto debe ser tenido en cuenta, sobre todo, por la histórica incapacidad de la ANR de atraer votos extrapartidarios. Por eso, tranquilizarse con las cifras del domingo es no entender del todo lo que todavía puede pasar.

Esta característica de Efraín Alegre nunca les pasó desapercibida a los asesores de Honor Colorado. Por eso, la prensa dependiente de ese sector político siempre solo lo atacó a él, pero a otro liberal nunca. Lo señalaron durante años como el eterno perdedor, el más ganable, el que fundió el partido, el argelado, el triste. Le dieron oxígeno a todos sus adversarios liberales internos y, por supuesto, recurrieron al lawfare, que para eso tenían tentáculos obedientes. La Fiscalía General lo envió a la cárcel a comienzos de 2021 por una causa judicial absurda por el manejo de las cuentas electorales de las elecciones de 2018. A mediados del año pasado, todos se pusieron contra él, en una amplia alianza liberal antiefrainista. Increíblemente y a duras penas, volvió a vencer.

Ganó con holgura el domingo, luego de renacer en su partido y de crear la Concertación Nacional. Tiene cuatro meses para pasar de la alta resistencia a Cartes (“Patria o mafia”) a generar un proyecto esperanzador (“El cambio ya llega”).

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