Presunciones

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Si alguien preguntara a cualquiera en este país acerca de si cree que el funcionario nombrado, contratado, comisionado o elegido es corrupto o no, les aseguro que más del 90% respondería que sí lo es.

Entre los grandes salarios del sector sin las responsabilidades de los mismos, hasta el volumen de compras de bienes y servicios por parte del Estado subyace la presunción de que nuestros mandatarios se están morfando el país a mandíbula batiente. De ahí que la declaración jurada del ministro de Hacienda no convence y ha sido sujeto de burlas.

Nadie puede creer que alguien que estuvo en el Banco Central o en el IPS, donde se recauda casi dos millones de dólares diarios, se compran medicamentos por valores altísimos o se contratan guardias innecesarios, el ex titular del mismo y su Consejo no se hayan quedado con alguna porción.

A un Filártiga que pasó por ahí le decían el chico 10, por el porcentaje que afirmaban se quedaba, y otro pariente suyo huyó despavorido al ver el tamaño de la metástasis de ese organismo canceroso.

Es difícil creer lo que algunos dicen que en realidad el sector público no hace rico a nadie cuando está instalada en la idea ciudadana de que ser simplemente “vista de aduanas” puede significar un salto enorme de la pobreza a la riqueza ostentosa. Presume mal y acertarás parecía ser solo un dicho argentino común que en el Paraguay más pastoril se estableció la idea de que el que pasó por el sector público y no comió es un vyro (tonto).

ESTADO EMPLEADOR. Estamos hablando de la compañía empleadora más grande del país que tiene en su nómina a más de 300.000 funcionarios y que hay muy pocas cosas que haga bien. Las empresas públicas monopólicas trabajan a pérdida y la calidad de sus servicios es pésima. Compran y contratan por millones sin mejorar un ápice su gestión.

Luz, agua, teléfono, cemento, caña o un ferrocarril inexistente son una chorrera de plata, donde la primera forma de corrupción es echar a perder el sentido de las mismas.

Nadie se anima a ponerle el cascabel a este gato de siete vidas extraordinariamente generoso con sus administradores ocasionales.

Han resistido a todo desde la gripe española hasta la revolución tecnológica. Esta última cuando las cosas se complican, se explica el problema con que se “cayó el sistema”. En realidad esto está caído hace mucho y es imposible no inferir de todo lo que vemos en nuestro entorno que con declaraciones juradas o sin ella no parece existir voluntad para construir o diseñar un nuevo sistema que trabaje y funcione para los mandantes que pagan sus impuestos y no en beneficio de los mandatarios que los aprovechan.

Las prestadoras de servicio se multiplican para vender lo que sea. Empresas funerarias que proveen insumos a la cementera estatal o el negocio de vender seguridad en un país donde se instaló la idea de que sin eso se robarían hasta el edificio del hospital. Hoy tenemos más guardias privados custodiando lo público al tiempo de multiplicarse la cantidad de policías cuidando de personeros estatales.

En el medio, una sociedad abrumada, hastiada y cansada de un juego pérfido donde a lo único a lo que la convocan es a poner más dinero con cualquier “reforma tributaria”.

Este esquema no puede seguir así. O cambian racionalmente entendiendo que vivimos tiempos distintos o por la fuerza los obligarán a hacerlo de la mano, quizás de un líder populista que vendrá a castigar un sistema incapaz de reformarse.

Cuando llegue el “Chávez criollo” los que mamaron del Estado y lo convirtieron en una lechera generosa se lamerán las heridas con suerte en el exilio o en la cárcel.

Hoy en el Paraguay se presume que todo servidor público con sus “derechos ganados”, los contratados por miles y los salarios por las nubes están provocando abiertamente la sublevación popular.

Las inconsistencias en las declaraciones juradas nos muestran lo lejos que están ellas de reflejar una realidad que cada día comprobamos en la cuadra donde vivimos el salto espectacular que ha tenido alguien que pasó por hacienda, aduanas u otro ente estatal. Ganan y roban demasiado. Han perdido las formas y sobrepasado los límites. Prepárense para recibir los ramalazos por haber presumido equivocadamente que el pueblo seguiría siendo mediocre y tonto.

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