Mirada y aprendizaje

Por Gustavo A. Olmedo B.

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Llegamos al último día del año. Un momento propicio para el festejo y las celebraciones, siempre bien merecidos, pero también para la serena evaluación del tiempo transcurrido, las experiencias vividas, los obstáculos enfrentados y los desafíos superados. Algo interesante para la proyección en positivo.

Solo quien no teme hacer un franco recuento, ese paréntesis urgente que nos pide la vida para no terminar “triturados” por el frenético ritmo laboral y consumista o por la destructiva rutina, puede mirar hacia adelante. ¿Cómo saber si estamos en el camino correcto, el deseado para nuestra realización, si no nos detenemos de nuevo a mirar el mapa?

Y, por otro lado, ¿con qué elementos juzgar una historia, sin caer en reduccionismos o clichés superficiales?

Todos vivimos circunstancias difíciles en la vida, algunas personas más que otras, o en periodos distintos; y hay veces en que se hace casi imposible reconocer lo positivo dentro o detrás de los momentos. Por eso quizás llamó tanto la atención aquella imagen que recorrió las redes sociales en donde podíamos ver a una familia celebrando la Navidad en una canoa, casi como desafiando con una postura positiva las dificultades y los aprietos de la terrible crecida.

Recuerdo que un profesor de secundaria nos insistía en que para avanzar en la vida, era necesario mirar de frente y sin censuras, las victorias y derrotas de la existencia. Y eso cuesta.

Así como también muchas veces nos resulta difícil aceptar que somos limitados e incoherentes, cercanos siempre a la equivocación como al error. Al respecto, un autor contemporáneo habla de la necesidad de una mirada “tierna y apasionada” hacia nosotros mismos a la hora de reconocer lo que somos.

También está el aprendizaje. ¿Cuánto somos capaces de aprender de las circunstancias, las personas o hechos? Por ejemplo, es imposible no quedar conmovidos con el gesto de las dos niñas del Este, que vendiendo jugos frente a su vivienda, recolectaron fondos para comprar juguetes para niños enfermos. O el gesto de aquel joven que meses atrás encontró G. 9 millones en efectivo y los devolvió. ¿Cómo no aprender de estos hechos?

Y el perdón; un aspecto humano y sicológico más que vital a la hora de mirar hacia adelante; reconciliarse con los semejantes, con situaciones y hasta con uno mismo. Cualquiera sea la conclusión al evaluar el año, una cosa debería ser clara, que recomenzar es posible, quizás aceptando el perdón de otro, una amistad o retomando los deseos profundos del corazón, esos que dan señales de lo que somos y necesitamos de verdad.

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