Las ciudades y los ciudadanos

Por Benjamín Fernández Bogado – www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com

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Paraguay es un caso de estudio para los demógrafos. Tendría que haber sido respondido en la capital el reto del urbanismo desde una perspectiva mucho más amplia e inteligente que la de un político que pretende la reelección sin ofrecer nada, un contador de chiste y tímidamente un decano de la Facultad de Arquitectura. Esto es lo que tenemos en Asunción y en el interior, la oferta no es mejor. ¿Cuántos son en realidad capaces de entender la complejidad de administrar ciudades, donde la migración del campo les inundó de demandas sin capacidad de respuestas?

El actual intendente Samaniego, asesorado no sé por cuál enemigo cercano, nos pide que le contemos dónde están los baches de sus calles, quizás para proponernos un juego de terror en Play Station como segunda parte. Un acto de cinismo y de inconciencia igual al Padrenuestro en guaraní en clave de promoción de pollos de una reconocida marca local. En conversación de radio, el decano candidato no tuvo mejor idea que hacer huertas en los baldíos como aconteció en otros municipios de América Latina, pero presentado con una ingenuidad que vuelve sospechoso el título del señor Meyer.

Qué lejos estamos de Sergio Fajardo, el otrora intendente de Medellín, o Antanas Mockus, el de Bogotá. Como aporte este link: Sergio Fajardo | Medellín, Del miedo a la esperanza (Conferencia en el TEC de Monterrey, México). Esos sí que tenían clara la idea de qué debería hacer un intendente urbano. No alguien que todavía cree que se puede administrar con mentalidad rural el alcantarillado, el tratamiento de basura, las veredas, el sistema de transporte, las cloacas, los damnificados, los semáforos... en fin, demasiadas cosas para personas sin preparación, voluntad ni deseos de hacer. Hoy que vivimos tan interconectados solo con colocar el nombre de esos dos ex alcaldes colombianos en Google mucho podrían aprender de qué significa hoy ser intendente de ciudades antiguas y nuevas que desbordan en la necesidad de respuestas más complejas que la vida del Paleolítico.

Habrá elecciones el 26 y luego en noviembre para asumir unos cuantos atorrantes que lo único que ambicionan es el cargo y el poder para repartir canonjías. Si les tomáramos un examen no tan severo nos daríamos cuenta de que la gran mayoría no da la talla para el puesto de intendente ni de concejal. El trabajo de ellos se ha vuelto tan complejo y demandante que en algunas ciudades norteamericanas ya no escogen por voto popular al intendente, sino que los concejales electos por ese sistema contratan un alcalde inmune al pechazo de cargos o de favores comerciales como diría el “filósofo ético de Únace": Oviedo Matto. A ese contratado le dan la tarea unos concejales que requieren de un administrador de calidad para la complejidad de sus ciudades.

Si no sabemos lo que vamos a administrar, lo único cierto es que vamos a fracasar como ha venido ocurriendo de manera sistemática en nuestras ciudades desde la primera elección directa de intendentes y concejales en 1991. Colapsadas por la migración del campo ciudad que hoy tenemos más del 70% de los conglomerados humanos viviendo o sobreviviendo en ciudades atosigadas por marginales, hambrientos y descreídos. Ellos en su miseria constituyen la base del triunfo de nuestros políticos y hoy la democracia ciudadana es rehén real y virtual de estos grupos, cuya situación indigna no importa a nadie porque cuanto más pobres y marginales, más fáciles son de comprar sus conciencias y necesidades.

Necesitamos pensar, administrar y actuar en términos urbanos. Aquí se libra la gran confrontación de la democracia. La pulseada entre los idiotas y los ciudadanos. Esta es la madre de todas las batallas cívicas del país.

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