El consumo padece de miedo

Luigi Picollo, vicepresidente del Club de Ejecutivos

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Luigi Picollo,

Uno de los grandes méritos de nuestro progreso ha sido el aumento de la clase media, la cual ha llegado a representar hasta el 50,6% de la población paraguaya. La clase media es el motor del consumo interno de cualquier país, pero en nuestro caso ha contraído su gasto considerablemente y lo mantiene frenado.

Por un lado, tenemos los observadores teóricos de los números macroeconómicos, los cuales efectivamente son muy buenos, y más aún comparados con los países vecinos. Para estos académicos estamos bien y nadie pudiera quejarse. El crecimiento de las toneladas de alimentos producidos en la agropecuaria es un clásico ejemplo de estos académicos enclaustrados en su torre de marfil.

Por otro lado, hace tiempo que esos ruidosos números grandes no corresponden a los pequeños bolsillos de quienes luchan en la clase media. La agroganadería puede crecer aún más y llegar a números récords, pero realmente no emplea a mucha gente. La realidad de la calle es bien diferente, más difícil, y se está recrudeciendo. Para quienes estamos en la acción de emprender, hace rato que no nos llegaban tantos currículos de personas buscando empleo, no sentíamos el acoso de los vendedores de cualquier cosa y no se maximizaban los pedidos de anticipo de salarios.

Se van sumando los indicios que refuerzan esa percepción: las estadísticas ya muestran un claro aumento del desempleo; las empresas celulares –estrellas del crecimiento– están haciendo algo inédito, reduciendo personal. Y las casas representantes de automóviles se están consolidando en pocos grandes grupos económicos y la única estrategia del sector automotriz está en vender cuotas, la misma que tenía el sector de electrodomésticos. Por su parte, la banca está mucho más cuidadosa con la renovación de las tarjetas de crédito, por lo que continúa disminuyendo la cantidad de tarjetas, y el sector de construcción se enfría y grandes emprendimientos son silenciosamente cancelados. Además, los precios efectivamente pagados por los inmuebles está disminuyendo, e importantes planes de expansión de empresas locales son postergados indefinidamente.

El misterio está en descifrar por qué el consumo cayó más del 35% mientras que el poder adquisitivo de los salarios –de quienes permanecen empleados– se mantuvo aproximadamente estable. Una explicación posible es algo que no podemos tocar, es sutil, no se encuesta, que es EL MIEDO. ¡Nadie quiere hablar de esto!... pero es la emoción la que hace más vulnerables a los consumidores y se acentúa en época de crisis económica.

Esta emoción resume muchos factores. Uno de los más importantes ha sido el cambio en la fuente de financiamiento. Antes teníamos un consumidor frívolo que compraba lo que no necesitaba, porque el proceso de compra no lo sentía al usar una tarjeta de crédito que le financiaba a perder de vista, sin que el banco hiciese cumplir el límite de la misma tarjeta. Actualmente, a ese consumidor ya le es difícil renovar su tarjeta, entonces entra en la usura disfrazada que son las Casas de Créditos. Funcionan sin regulación, son mucho más agresivas, pero sí atacan y muerden a sus clientes con demandas y ejecución de garantías. La tarjeta de crédito no te va a comer la casa, pero la Casa de Créditos si te va a dejar en la calle.

Entonces el consumo se volvió más consciente, se compra lo que realmente se necesita, y no más lo trivial. Se busca el honesto costo-beneficio en cada transacción. Los negocios que sobrevivirán esta fase del miedo al consumo serán aquellos que tengan propuestas de valor auténticas, acordes a lo que nuestra gente puede pagar. Los ricos nunca fueron suficientes para viabilizar la existencia de algunas marcas exclusivas o edificios suntuosos. En Paraguay somos más prósperos de lo que éramos antes, mientras aprendemos a comprar lo que necesitamos al precio justo.

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