La capital del Departamento Central sigue siendo un destino válido para pasar un fin de semana de relax, alejado de la rutina y el calor.
La mayoría de los visitantes prefiere ingerir tereré u otra bebida refrescante bajo las profusas sombras que brindan los árboles, a pasos de la orilla.
Los más osados se zambullen literalmente en las aguas del lago Ypacaraí, a pesar de no estar apto para bañistas.
Los menores de edad, especialmente, se solazaban en el lago que pese a no presentar espumas verdes, no había perdido la coloración oscura que lo caracteriza por su alto nivel de contaminación.
“Está un poco sucia el agua de la playa”, observa Cristian Brítez, de Luque, al desembarcar de uno de las diez canoas que brindan paseo hasta los alrededores del muelle del lugar.
Coincide con su compañera Dora Cabrera en que la gente “se arriesga mucho” a contraer alguna infección al ingresar al lago.
Los más precavidos, aunque con no pocas ganas de refrescarse, se dejaban mojar en la ducha artificial dispuesta en el camino de acceso a la playa. Más adelante, numerosas personas se agolpaban en los diferentes tramos del muelle que permite entrar en contacto directo con el paisaje.
Feria popular. Todo el predio de la playa municipal fue además, en la víspera, escenario para una gran feria popular. A la Expo Frutilla, donde se ofrecen todo tipo de exquisiteces a base de fresa, y las típicas artesanías en cerámica y arcilla, se sumó el festival organizado por la Gobernación de Central, con motivo de los dos años de gestión.
Más de 150 expositores de los 19 distritos exhibieron sus productos a lo largo del parque que flanquea la playa. Artesanías varias, producción agrícola y emprendedurismo en general coparon la feria.
Los organizadores del evento calculan que solo hasta el mediodía visitaron la zona unas 2.000 personas. Areguá sigue siendo un punto elegido, pese al deterioro del lago.