Se debaten en el Parlamento y se programan en otros centros de gobierno acciones para eliminar la violencia contra la mujer. Pegar, agredir, degradar, explotar... son términos que escuchamos en este debate y que indican situaciones graves. Menos promocionados están los conceptos que también se debaten, como la eliminación de las “asimetrías de género” como método para erradicar la violencia contra la mujer.
Justamente, este camino para eliminar de la violencia es exigido como el único válido por las feministas radicales y se basa en la teoría de que “la mujer no nace, sino que se hace”, y que en el esquema cultural actual la forma de “construir” la identidad de la mujer ya es violenta de por sí.
Se habla del matrimonio, de la maternidad, de la enseñanza sexista (que reconoce las diferencias genéticas, neurológicas y biológicas de la mujer con relación al hombre), de la fe cristiana con desprecio, ya que se los considera esquemas “violentos” que ponen a la mujer en desigualdad de poder y en posición de víctima. La violencia sería así, según esta visión, mucho más que física o psicológica, se habla de violencia simbólica, de violencia comunicativa, etc.
No falta en su argumentación la promoción del aborto como un supuesto derecho reproductivo.
A pesar de coincidir sobre la necesidad de respaldar políticas públicas y leyes que apunten a la dignificación de la mujer paraguaya, desechando de nuestra sociedad toda práctica de violencia contra la mujer, la crítica más importante a este enfoque erróneo presente, por ejemplo, en más de 30 artículos de los 88 que tiene el proyecto de ley más conocido con el bonito nombre de “Por ellas”, es que no se puede eliminar la violencia contra la mujer desdibujando su esencia.
Gente, igualdad no es idéntico, el género no es una autoconstrucción independiente del sexo biológico. Manipular el lenguaje en función de superar las “asimetrías de género” lo único que trae es confusión, no menos violencia.
¿Cómo se superará la violencia contra la mujer con una propuesta aún más violenta que atenta contra su misma naturaleza? Esto es un absurdo.
Vayamos por otro camino. La razón, el sentido común, la experiencia nos hace ver que hay que ahondar más bien en el sentido de la dignidad de la mujer que le viene de su genuino aporte –incluyendo la maternidad– a la humanidad.
No es necesariamente más poder (político o ideológico) lo que necesitamos las mujeres, sino más comprensión de nuestra dignidad. Recuerdo a abuela, a mamá y a otras mujeres gloriosas del Paraguay que me han sabido transmitir este sentido de dignidad y lamento que no las tengan en cuenta en sus debates.