18 abr. 2024

La nueva maternidad

Convertirse en madre hoy implica tener acceso a ventajas que no existían hace más de dos décadas. Métodos más avanzados de diagnóstico, cambios en las costumbres y en algunos criterios médicos, dan lugar a nuevas realidades y desafíos. ¿Qué ha variado en el proceso de traer un hijo al mundo?

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Texto: Silvana Molina | silvana@uhora.com.py

Fotos: Javier Valdez
Producción: An Morínigo

Una conoció a su hija recién al momento del nacimiento. La otra pudo ver los rasgos y saber el sexo de su bebé cuando aún estaba en su vientre. A una le dijeron que tenía que comer mucho para que su niña naciera saludable. A la otra le advirtieron que si se excedía con los alimentos podía tener problemas en el parto. Una hizo jugar a su pequeña con muñecas y mascotas. La otra incorpora, además, dispositivos electrónicos a través de los cuales puede estimular a la criatura con imágenes y sonidos.

Son dos generaciones distintas: la de Romy Torres (53) y la de su hija Ruth González (25), a su vez madre de Victoria (1 año y medio). A través de sus historias y vivencias, es posible notar los cambios que se han producido en torno a la maternidad.

Cuando Romy se embarazó por primera vez, hace un cuarto de siglo, tenía 28 años. Era una excepción a la regla que imperaba en ese entonces: la mayoría de sus conocidas tenía a su primer hijo alrededor de los veinte años. Hoy, su hija Ruth también es un caso poco común, porque fue madre a los 23, cuando por lo general las chicas de esta generación esperan hasta después de los 30, si es que van a optar por la maternidad.

Es que las costumbres y los conceptos van cambiando a medida que se van haciendo nuevos descubrimientos y evaluaciones. Por ejemplo, si antes la creencia generalizada era que la mujer gestante debía “comer por dos”, hoy se sabe que no es lo ideal, sino que la alimentación debe ser lo más saludable posible en variedad, no en cantidad. Es más, los obstetras hacen mucho énfasis en controlar el peso de la embarazada, ya que idealmente no deberían aumentar más de 12 kilos en esta etapa. ¿La causa? Hoy se sabe que el sobrepeso puede causar complicaciones de salud que afecten tanto a la madre como al hijo antes, durante o después del parto.

El doctor Google

A medida que su vientre iba creciendo, Romy buscaba saber algo más sobre los cambios que ocurrían en su cuerpo, y para ello recurría a Mamá y yo, una pesada enciclopedia que había comprado, donde se explicaba cómo iba desarrollándose el feto mes a mes, y cómo cuidarlo una vez que naciera.

Ruth, en cambio, no tuvo que comprar libros ni pedir prestado el de su mamá. Ella tuvo a su disposición miles de fuentes de información al mismo tiempo, de manera rápida, para conocer con lujo de detalles el proceso. Claro, en plena era tecnológica le bastó tener internet en el celular para poder googlear todas las interrogantes o curiosidades que le iban surgiendo.

Y si bien esto es una ventaja en términos de acceso a conocimientos, también puede convertirse en fuente de confusiones o errores, cuando no se sabe evaluar correctamente el origen y la seriedad de los datos, y no se toma en cuenta el criterio y la experiencia de un profesional. Para los médicos, es frecuente –y no muy fácil– lidiar con las pacientes que le plantean situaciones o cuestionamientos con base en cosas que leyeron en internet. “Muchas piensan que solo porque el doctor Google lo dice es cierto, y en muchos casos no es así”, comenta el doctor Miguel Antonio Ruoti Cosp, especialista en ginecología y obstetricia.


Dos pacientes con derechos

Sabemos que varias décadas atrás, tener 8, 9 o incluso 10 hijos era algo muy común. Ahora una mujer se horroriza con solo pensar en ese número de descendientes. Según datos de la Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censos (Dgeec), la tasa de fecundidad global en Paraguay bajó en las últimas décadas, pasando de 3.5 a 2.5, que es la cantidad de hijos que, en promedio, tendría cada mujer en todo su periodo fértil de vida.

Justamente porque la cantidad de hijos era numerosa antes, también era frecuente y considerado normal que algunos de ellos fallecieran, sin conocerse muy bien la causa. “Tengo un angelito”, decían las madres casi con naturalidad, porque subyacía la idea de que se iban a volver a embarazar enseguida para reemplazar esa pérdida, comenta Ruoti.

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Hoy, la tasa de fecundidad en Paraguay es de 2.5, que es la cantidad de hijos que, en promedio, tendría cada mujer en todo su periodo fértil de vida.

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En la actualidad, que un bebé se muera no es normal ni aceptado, al contrario, es una catástrofe. Es que se ha producido un cambio de paradigma. “La obstetricia antigua se centraba en la madre. Si había una complicación, podía morir el feto, pero se le salvaba la vida a la mujer, con la idea de que podía volver a embarazarse. Hoy, sin embargo, al feto también se lo considera un paciente, con sus propios derechos. Por lo tanto, hay dos pacientes por los que hay que velar”, resalta el profesional, quien además es magíster en Medicina Perinatal y miembro de la Academia Internacional de esta especialidad.

Es más, ahora el objetivo de la obstetricia no termina con el nacimiento de un bebé en apariencia sano. “Hoy, además de que no muera la madre ni el feto, se busca que ese ser humano pueda estar plenamente sano también 20 años después de nacer, que pueda ser útil a la sociedad”, dice el obstetra. Eso significa que el embarazo y el parto tienen que ser lo suficientemente cuidados para que, por ejemplo, el cerebro del recién nacido tenga una buena oxigenación, de modo que más adelante todas sus neuronas sigan funcionando bien y pueda desarrollarse adecuadamente.

Sorpresas a la orden

Hacía casi dos años que Ruth estaba casada, y un día decidió ir a un servicio de salud a consultar para planificar un embarazo. Sin embargo, no pudo hacerlo, porque la doctora le dijo: “No hay nada que planificar, acá ya hay un bebé”. A la sorpresa siguió la alegría. Pocas semanas después ya pudo saber con exactitud cuánto medía y pesaba, e incluso el sexo de ese ser que se estaba gestando: vendría una niña.

En el caso de su madre, se enteró de estos detalles recién en el momento del nacimiento, de boca del obstetra. “En mi época no se hacían muchas ecografías”, revela Romy, quien vio por primera vez a su nieta –la hija de Ruth– de una manera inesperada: a través de una foto que le enviaron por WhatsApp. “El parto se adelantó de repente y ya no hubo tiempo de avisarle a mis padres. Pero una conocida que estaba en el hospital hizo la foto con el celular y se la envió al instante a mi tía, que les mostró la foto. Así ellos se enteraron del nacimiento y conocieron a Victoria”, relata la madre veinteañera.

La cantidad de bebés también era algo que antes se confirmaba recién en la sala de partos. “Un momento, señora, que sale otro”, decían los obstetras cuando el nacimiento era múltiple.

Saber a tiempo

Claro, los métodos de diagnóstico, como la ecografía, no solo cobraron importancia para conocer si había que preparar ropa rosada o celeste y en qué cantidad. También significaron muchos avances en el cuidado de la salud de la embarazada y del bebé en camino.

Y si bien los problemas que se presentan durante el embarazo y el parto son básicamente los mismos que antes, la diferencia es que ahora hay diagnósticos tempranos que permiten actuar a tiempo, ya sea para evitar algún problema o paliarlo.

Por ejemplo, una ecografía permite saber –cada vez con mayor grado de precisión– cuántos dedos tiene el bebé, si le falta un brazo, una pierna, si la posición del pie está correcta, si tiene labio leporino o alguna otra malformación.

“Unos cincuenta años atrás, por ejemplo, era impensable saber en qué condiciones físicas estaba el feto. Hoy la mujer sabe enseguida si perdió el embarazo. Antes no se percataban, había un sangrado y hasta podían pensar que era un retraso menstrual nada más. Ahora podemos saber si el bebé tiene algunos problemas, y lo sabemos con tiempo”, asegura el obstetra.

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SÍNDROME DE DOWN:
SABERLO A TIEMPO

Hoy se puede saber con un análisis de sangre, y un grado de casi 100 por ciento de certeza, si el bebé en gestación es o no portador del síndrome de Down. Es que la tecnología es capaz de discriminar en la sangre, el ADN de la madre y el ADN del feto.
Saber si el feto tiene síndrome de Down es importante porque ayuda a prepararse. “La madre, el padre, la familia entera va a prepararse para recibir a un niño especial. Y el que se beneficia con esto es el bebé, porque la madre va a hacer un proceso de duelo, que primero pasa por una negación, para luego aceptarlo y decir: es mi hijo, por supuesto que le voy a querer igual. Ese duelo puede durar una semana o meses. Si la madre empieza ese proceso durante el embarazo, cuando el niño nace ya es una fiesta. En cambio si se entera de esto en el momento del parto, ahí recién va a empezar su duelo, y para cuando lo supere, ya habrá perdido semanas o meses en que se pudo haber trabajado en la estimulación del recién nacido. Entonces quien pierde es el bebé”, explica Antonio Ruoti.

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¿Cuáles son los beneficios de esto? Poder intervenir tempranamente para tratar de subsanar o paliar alguna condición negativa de salud. Por ejemplo, si hay una cardiopatía que necesite operarse inmediatamente después de nacer para evitar su muerte; esto puede ayudar a que los padres busquen alternativas médicas dentro o fuera del país, y que incluso se preparen sicológica y económicamente para lo que vendrá. Incluso ya existe la posibilidad de realizar cirugías fetales, cuando el bebé aún está en el vientre materno.

Si bien las ecografías en 3D o 4D hoy en día se usan más con un objetivo social –ver y mostrar a otros los rasgos del ser que pronto vendrá al mundo– también puede llegar a ser útil en el caso de que exista algún problema, porque ayuda al diagnóstico, explica Ruoti.

Además de las ecografías, ahora es posible realizar estudios citogenéticos, tomando muestras de sangre, líquido amniótico o de parte de la placenta, para analizar las células, en caso de que el médico lo indique. Eso puede detectar, por ejemplo, si el bebé tiene síndrome de Down (ver recuadro).

Antiguamente, cuando algo andaba mal en el proceso de gestación, muchos bebés se morían dentro del vientre materno. Hoy, cuando hay algún problema, muchas veces se opta por interrumpir el embarazo para tratar de que la vida del feto pueda continuar de manera extrauterina, cuidándolo debidamente hasta que termine de desarrollarse.

Por ejemplo, con la ecografía Doppler se puede analizar el grado de oxigenación del feto. “Si vemos que se está quedando sin oxígeno y tiene recién 8 meses, ¿qué hay que hacer?: hay que sacarlo antes de que se muera”, sentencia el especialista.

Presencia paterna

La escasa o nula participación del padre durante el proceso de embarazo, los controles y el parto, también es algo que ha ido cambiado. Si antes casi no se involucraban, ahora están más presentes en general: acuden a las consultas con el ginecólogo, escuchan los latidos del corazón del ser en gestación o asisten a las ecografías.

Muchos incluso están presentes en el nacimiento, por supuesto, filmadora, cámara o celular en mano. “Yo les suelo aconsejar que estén presentes ahí, porque el padre es la persona de confianza de la mujer embarazada en ese momento fundamental. Además, ver nacer a un hijo es la emoción más grande que podemos sentir, y ese recuerdo es imborrable”, asegura Ruoti.

Actualmente, esta práctica –la presencia del padre en el parto– solo es posible en sanatorios privados. Los hospitales públicos no lo permiten por una cuestión de infraestructura. “En una sala de parto de un hospital público están cinco mujeres pariendo al mismo tiempo, y no hay manera de meter a los cinco padres para que las acompañen, porque hay que guardar cierto respeto desde el punto de vista de la intimidad. En todo caso, primero se deben acondicionar todas nuestras maternidades para que eso se pueda dar”, explica el ginecólogo.

Parir sin dolor

Romy tiene en su vientre una cicatriz vertical, que al inicio era muy grande, producto de la cesárea mediante la cual nació su hija Ruth y, unos años más tarde, Sofía. Su primogénita también tuvo que experimentar ese tipo de cirugía para dar a luz a Victoria. Sin embargo, la cicatriz de ella es horizontal, más chica y ya casi no se ve. Es otro de los cambios que se ha producido en la manera de traer un hijo al mundo, en este caso, por cesárea.

“Cuando yo me formé como especialista teníamos prohibido hacer la cesárea transversal (horizontal), porque en aquel momento era muy compleja. Ahora ya no se hacen los cortes verticales, porque los transversales son más estéticos y además no se hernian”, asegura Ruoti.

La anestesia para el parto también ha evolucionado. En su momento, la epidural significó una revolución en obstetricia. Luego se han ido incorporando nuevas drogas anestésicas que permiten asegurar no solo que la parturienta no sienta dolor, sino también que no haya ningún daño al feto.

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MATERNIDAD DE ABUELA

“Ahora estoy disfrutando la maternidad más plenamente, siendo abuela. Si me quedó alguna materia pendiente, ahora ya tengo una especialización con mi nieta Victoria”, cuenta Romy Torres, propietaria de una peluquería, madre de Ruth (25) y de Sofía (22) –que trabajan con ella– y abuela de Victoria (1).
“Yo antes decía que el día más feliz de mi vida fue cuando me casé. Después me di cuenta que fue cuando me convertí en mamá de mis hijas. Esa felicidad de sentir que un pedacito de tu ser va a continuar en otra vida no se puede explicar. Y ahora se agranda aún más con mi nieta”, recalca.
Acompañando a su hija Ruth en su embarazo y maternidad, ella experimentó los cambios que se han producido en este ámbito. “Las madres de hoy tienen muchas cosas que le hacen la vida más cómoda para el cuidado de sus hijos, eso es una ventaja. Además, hay mucha más apertura y diálogo con los médicos y la tecnología permite muchas cosas. Ahora con una máquina se puede detectar cualquier problema del bebé. Antes recién cuando nacía se podía saber”, comenta.
Finalmente deja un consejo para las madres actuales: “Que disfruten al máximo de sus hijos, porque en el tiempo no se retrocede. No dejen que la tecnología les robe ese contacto que deben tener con sus ellos”.

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Cesárea Vs. normal

Los datos estadísticos del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) revelan un alto porcentaje de cesáreas (más del 40% del total de partos), cifra que triplica lo máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud.

A criterio del doctor Ruoti, esto se debe probablemente, en parte, al cambio de paradigmas en la obstetricia, que en la actualidad busca con este método –la cesárea- proteger al feto en caso de que haya alguna posibilidad de complicación del parto normal.

Pero el obstetra también hace un mea culpa a nombre de algunos de sus colegas: “Lamentablemente, también vemos muchas indicaciones de cesárea que no son correctas”, admite. Hay casos, sobre todo en la medicina privada, en que esta cirugía se hace por comodidad del médico, que prefiere ir a las 7 de la mañana a operar y para las 8 ya está libre. Y con el parto normal, en cambio, no sabe en qué momento va a empezar ni a qué hora va a terminar.

Incluso hoy en día también es la misma paciente quien lo pide, porque no quiere sentir los dolores del parto. “Estoy de acuerdo en que hay que reivindicar el parto normal, que debe ser la primera opción toda vez que se pueda y, hoy en día, también toda vez que la madre lo quiera. Pero tampoco se trata de embrujar a la cesárea, porque también hay toda una corriente, a la que yo le llamo ‘talibán’, que dice que si tu hijo no salió por la vagina, no sos madre. Y a algunas mujeres les lavan tanto el cerebro que si no consiguen un parto natural se deprimen. Eso tampoco me parece bien”, sentencia el gineco-obstetra.

Queda claro que ningún extremo es bueno. Ruoti lo resume así: “No hay que generalizar. Ni satanizar la cesárea, ni glorificar el parto normal, porque no es que uno sea mejor que otro: las dos vías son muy buenas toda vez que estén bien indicadas. Cada caso es único e individual”.

Romy, Ruth y miles de mujeres ya lo saben: cada parto es único; cada nacimiento es único. Y por ende: cada madre es única.