26 abr. 2024

El odio entre nosotros

Víctor Ferreira - TW: @VicFerreira77

Hace unas semanas publiqué una nota cuyo titular expresaba: “Costanera II: 450 familias están en la incertidumbre ante desidia del MOPC”. En la noticia, se exponían versiones de las familias afectadas por las obras de la segunda etapa de la Costanera Norte de Asunción, durante un foro festival que emprendieron los pobladores, en una humilde escuela del Bañado Norte.

Aunque el MOPC plantó a los organizadores del evento, en la información no se obvió la postura de la institución sobre el tema. Esto pese a que últimamente se volvió una odisea hablar con los altos funcionarios de la cartera, que tienen la obligación de explicar cualquier duda o cuestionamiento que pudiera surgir.

Empero, el fondo de la cuestión está en que varios ciudadanos se enfurecieron porque los ocupantes de la Costanera II “impiden” el avance de las obras, de vital importancia para la capital del país.

A estas familias se les trató de usurpadores, zánganos, delincuentes, drogadictos y varios otros calificativos.

Pese a que la nota periodística informaba que el MOPC previó 6 millones de dólares para indemnizar y reubicar a los afectados y que, hasta ese momento, no se sabía cuánto ya utilizaron de estos recursos, la atención se enfocó en disparar contra los desdichados bañadenses, los marginados, olvidados, los que viven en extrema pobreza.

Indemnización. A la gran mayoría no les interesó dónde estaban los 6 millones de dólares que debían ser usados para indemnizar a las familias ubicadas en el trayecto de la futura avenida, recursos que, de alguna forma, debían mejorar la calidad de vida de los mismos.

Tampoco la atención se enfocó en la miserable suma que ofrecían a cada familia, para que dejen sus menesterosos hogares. Incluso, algunos frentistas fueron reubicados en refugios temporales, con comodidades mínimas e insalubres, con la promesa de que les construirán casas en un futuro cercano.

Con el enojo de la ciudadanía contra los bañadenses, quedó claro que promovemos el odio entre nosotros mismos, siendo que como ciudadanos, deberíamos preguntarnos por qué esas familias viven en esas míseras circunstancias.

Lo más fácil fue despotricar contra los indefensos, en vez de identificar a los responsables de tener en condiciones tan desventuradas al pueblo, sin educación, sin salud, sin seguridad social, que tienen graves consecuencias para el país. ¿Quién querría vivir en condiciones infrahumanas teniendo mejores oportunidades?

En cualquier país del mundo organizado, las grandes construcciones prevén soluciones concretas a los problemas sociales que se pudieran presentar. Sin embargo, en el país, estos temas sociales se trabajan a la par que avanzan las obras, por lo que genera un menoscabo generalizado.