Vallados, retardos y nuevos ñe’ênga

Por Carolina Cuenca – ccuenca@uhora.com.py

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Los paraguayos heredamos de los guaraníes su capacidad de aguda observación y síntesis “etiquetaria”. Somos rápidos y certeros para colocar apodos, dejos y establecer metáforas de la cotidianeidad con un tino increíble. De los españoles parece que recibimos esa terquedad señorial algo individualista que, en decadencia por los cambios culturales, deviene en el famoso “výro chusco”.

Como hoy es el Día del Folclore vale la pena mirar alrededor para encontrar elementos actuales de eso que llamamos hacer las cosas a lo paraguayo. Después de todo, el saber del pueblo se transmite sin medidas de ortodoxia y cada generación aporta sus renuevos a la identidad.

Un poco para reírnos, por no llorar, pensemos, por ejemplo, en estos neoclásicos de la conducta grupal paraguaya: enrejar la plaza para evitar su despojo, sin invertir apenas en iniciativas de acogida ciudadana. Vallar el edificio devenido en aguantadero, sumando a la fealdad y a la inseguridad el problema del tránsito por las veredas. Distribuir el video “caliente” del hombre público, sentarse a comentarlo con los vecinos y “a ver qué pasa”, dejando nota en el cuadernito moral de nuestros hijos de que la inmoralidad está en la columna de los asuntos no cuestionables del paraguayo. Establecer prórrogas al día siguiente de fijada la fecha tope para cumplir obligaciones. Ir todos juntos y a empujones para tratar de cumplir la obligación a última hora. Subsidiar el robo colectivo y seguir viajando colgados en ómnibus chatarra. Ensuciar el río y el lago, y darse un baño en sus aguas, mientras nos quejamos de su inmundicia. No tener plata ni tiempo para leer libros o comprometerse en una obra social, pero sí para asistir a todos los conciertos musicales de moda, en paralelo, a todos los partidos de fútbol y a suntuosas celebraciones de quince años. Declarar feriado desde dos días antes de la fecha histórica y prolongarlo por dos días más. Chatear durante las conferencias de otros y guardar silencio en las exposiciones de uno...

Eso sí, a pesar de las irónicas insistencias de los inescrupulosos por asociar lo paraguayo al pokarê, al mbarete o al vyrorei, todavía queda mucho en nosotros de lo que podemos sentirnos orgullosos (el sentido de la amistad, la fe, el guaraní, las costumbres solidarias...), una herencia que recibimos de los forjadores artesanales de nuestra personalidad cultural. Valdría mucho la pena abrir el karameguâ de nuestro auténtico folclore nacional y recuperar lo bello, lo bueno y lo verdadero que, sin duda, existe y resplandece en pequeños actos cotidianos de los paraguayos teete.

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