Serás mía o de nadie más

Alfredo Boccia Paz - galiboc@tigo.com.py

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Es la naturalización del espanto a fuerza de repetición. Ahora fue Patricia, una profesora de inglés, asesinada por su ex pareja en su casa de Itauguá de tres balazos, ante la vista impotente de su hijo adolescente. Mañana será otra y esta historia de horror solo será recordada en las estadísticas. El victimario, Enzo Ojeda, de 57 años, culminó el crimen de un modo que también es repetido: se suicidó poco después.

El año pasado 58 mujeres fueron víctimas de feminicidio. En lo que va del año suman 22. Casi el 60% de ellas eran menores de 30 años y más de la mitad eran madres. Hay decenas de huérfanos con un dolor traumático que los acompañará el resto de su existencia, pese a la contención y el cariño que les puedan brindar los otros familiares. Esos niños y niñas, en muchos casos, también sufrieron maltratos o crecieron con la pavorosa imagen de un padre que propinaba puñetazos y patadas a su mamá. No, definitivamente el feminicidio no es un crimen de moda, como se le ocurrió decir a un abogado que defiende a alguien acusado de asesinar a su esposa, sino que es una tragedia de nuestra sociedad.

Las cifras provocan estupor. ¿Qué sentimiento es el que genera tanta rabia homicida? La mujer es para los victimarios una cosa, un objeto de su propiedad exclusiva. Por eso es tan común escuchar la peligrosa frase “Si no sos mía, no vas a ser de nadie”. Es una advertencia pronunciada por alguien incapaz de aceptar un rechazo, una separación por parte de una mujer que no tiene el derecho ni la capacidad de decidirlo. ¡Habrase visto semejante descaro! es el indignado pensamiento que recorre a los machistas y patriarcales cerebros del varón que considera justo convertir el amor en muerte.

La concepción de que la mujer es un objeto de pertenencia del hombre y no un ser humano autónomo viene del fondo de la historia. Los “crímenes de honor” tenían una cierta aceptación social y hasta el día de hoy son justificados por las legislaciones y las religiones de muchos países.

Hay tanta antigua tradición que surge la falsa impresión de que el número de mujeres maltratadas y asesinadas va en aumento año a año. Sucede que el inmenso y prolongado esfuerzo de los colectivos de mujeres y otras organizaciones logró visibilizar estos crímenes. El maltrato sufrido en silencio durante siglos por mujeres que pensaban que el marido tenía ese derecho y que no debía enfrentarse a su pareja, se ha convertido de a poco en rebelión y denuncia. Y, a la vez, fueron surgiendo instituciones que intentaban dar respuesta a novias, parejas y esposas que vivían con su peor enemigo.

Porque de eso se trata la frase del título. No solo es tóxica; anuncia un asesinato. Detrás de ella hay un egoísta obsesivo e inseguro condenando a su pareja a un callejón sin salida. Es el último momento en que puede evitarse lo peor. Se ha logrado que se hable del feminicidio, ahora hay que avanzar en su prevención.

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