Reducir la pobreza al mínimo: Imperativo ético y económico

Reducir drásticamente la pobreza monetaria y multidimensional y eliminar la pobreza extrema deben ser un objetivo prioritario para el nuevo gobierno. Es incomprensible que un país rico en recursos naturales, población joven y productor de alimentos tenga personas que pasen hambre o mal nutridas por la incapacidad de acceder a alimentos sanos. Los niños, niñas y adolescentes son los principales afectados, lo cual empeora aún más la situación, ya que los condenamos a una vida precaria y vulnerable por el resto de sus días. No hay excusas para no lograr esos objetivos, sobre todo porque se conocen las causas y hay lecciones aprendidas en el resto del mundo sobre cómo alcanzarlos.

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La persistencia de la pobreza en todas sus dimensiones debe preocupar a la nueva gestión de gobierno. Poco más de un cuarto de la población no cuenta con los ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de bienes y servicios. Una parte de esta ni siquiera logra cubrir sus necesidades alimentarias. Una proporción similar de hogares sufre de inseguridad alimentaria moderada o grave, es decir, en estos hogares al menos una persona adulta se vio obligada, en ocasiones, a reducir la calidad o cantidad de alimentos debido a la falta de dinero u otros recursos.

Si se toman en consideración otras variables más allá de los ingresos, los datos indican nuevamente que alrededor de un cuarto de la población enfrenta algún tipo de carencia, ya sea en salud, educación, vivienda o protección social.

Todos estos datos oficiales dan cuenta de que al menos 25% de la población sufre situaciones inadmisibles para este siglo, para el estado del desarrollo al que llegó la región y teniendo en cuenta el hecho de que el crecimiento de los últimos años nos ha ubicado como país de ingreso medio alto.

Paraguay es un país que tiene las tierras más productivas de la región, cursos de agua, energía renovable, bono demográfico y no tiene grandes desastres naturales ni diferencias geográficas. En las últimas dos décadas también ha logrado mantener una envidiable estabilidad macroeconómica y un notable desempeño del producto interno bruto.

Si bien los diferentes tipos de pobreza –monetaria y multidimensional– han venido reduciéndose, el ritmo ha sido lento y en los últimos años se ha estancado, sobre todo, en el caso de la pobreza de ingresos.

En determinados grupos poblacionales, la incidencia de la pobreza monetaria aumenta considerablemente, por lo que no hay que dejarse engañar por los promedios generales. En la niñez y en los departamentos de San Pedro, Caaguazú y Caazapá, la pobreza llega a casi el 40%, frente al promedio general del 25%.

La población indígena enfrenta condiciones de vida extremas, con niveles de carencia que en la mayoría de los indicadores duplican o triplican los valores promedio del país. La pobreza extrema afecta a más del 60% de los niños y niñas, lo cual significa que pasan hambre. Además, en estos grupos se suman todos los tipos de pobreza: Ingresos, inseguridad alimentaria grave, carencias en salud, educación y protección social.

Las causas son múltiples y en algunos casos se diferencian dependiendo de los grupos poblacionales, por lo tanto, a pesar de que puedan existir intervenciones comunes para todos, siempre habrá la necesidad de adaptar las medidas teniendo en cuenta el contexto geográfico, la edad, el sexo o la etnia.

El desafío del nuevo gobierno será observar estas particularidades e implementar las medidas que se requieran para retomar la senda de una rápida disminución, tal como se pudo lograr en años anteriores. La tolerancia a la pobreza es un indicador de deshumanización de los funcionarios públicos y de ausencia de derechos, y obstaculiza cualquier oportunidad de desarrollo.

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