Pobladores de Nueva Mestre sufren la ausencia del Estado

Si el Indert o el Ministerio de Agricultura no realizan una presencia continua en el lugar, la joven colonia de ex sintechos que vivían a la vera de la Transchaco corre el peligro de vaciarse, advierten pobladores.

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Por Susana Oviedo
soviedo@uhora.com.py
A algunos habitantes de la colonia Nueva Mestre, situada a 42 km de la ruta Transchaco, a la altura del km 318 (Departamento de Presidente Hayes), les resulta difícil recordar cuándo fue la última vez que recibieron la visita de alguna autoridad pública. María Asunción Aguilera, madre de 4 niños, de los cuales dos nacieron en la colonia lo dice: “De las instituciones del Estado hace tiempo que acá no vemos a nadie. Ni a Rousillón (Isidro), el gobernador. No hay nada”, lamenta. Rodeada de sus pequeños, cuenta orgullosa que pese a que no llueve hace cerca de 5 meses, tiene una plantación de frutas cítricas, mandioca y batata y unas nueve vacas. También se dedica a la apicultura. Aun así, la vida en la colonia es muy dura. “Mi esposo no está, se ve obligado a salir hacia Pozo Colorado o más lejos para buscar trabajo. Ahora mismo está haciendo alambrada. El es motosierrista”, cuenta. Ella también se ve tentada a salir a hacer alguna changa, pero dice que no quiere dejar solos a sus hijos ni descuidar sus plantas y animales. “Che avy’a che rógape (me siento feliz en mi casa)”, responde a la pregunta de por qué continúan viviendo allí.
María Asunción está pendiente del mes de noviembre, porque entonces tendrá que llevar a su hija María Ester hasta el hospital de la Caballería, en Asunción, para que unos médicos norteamericanos la operen de la garganta y le revisen la vista.
En el núcleo 3 de Nueva Mestre, donde viven, solo hay un pequeño dispensario médico atendido por una enfermera y donde pueden acceder a algunos medicamentos de la farmacia social creada con ayuda de la diócesis de Benjamín Aceval. La piecita habilitada para la enfermera está en el mismo local comunitario donde funciona la escuela “Pa’i Ciro”, de una sola aula, donde un solo profesor desarrolla clases de plurigrados en dos turnos.
Educación. Osvaldo Sánchez (32) estudió para maestro en Villa Hayes y hoy enseña desde el 1º al 6º grado, con un único rubro de G. 900 mil. Con los descuentos, se reducen a 780 mil. Para acceder a esta suma debe viajar mensualmente a Asunción. Su esposa y 3 hijos viven en Chaco’i. “Aquí se necesita una atención personalizada de los niños, sus padres son en su mayoría indigentes. Hacen changa en las estancias, extraen maderas, hacen carbón o trabajos de albañilería. La gente se va por meses a buscar trabajo en otro lugar”, cuenta. La mayoría de los niños habla solo guaraní y, aunque las clases son en castellano, el profesor explica las lecciones en guaraní.
Esperanza Román hace 9 años que vive en el núcleo 3. El mismo lugar donde va camino a perderse un moderno tambo, instalado en una propiedad de 250 hectáreas, donde quedan unos 63 vacunos y una veintena de ovejas. Además de una gran infraestructura carcomida por la desidia, la herrumbre y el polvo. “Los italianos vinieron a plantar todo esto aquí y esperaban ver germinar y crecer a Nueva Mestre como una planta”, dice con tristeza, aludiendo a la Asociación Solidaridad para el Desarrollo (ASES), la oenegé que gestionó los fondos de la Unión Europea y asignó recursos propios para asentar a cerca de 150 familias en el lugar. Para crear los tres núcleos, entre 1993 y 1998 se invirtieron unos G. 14 mil millones. Los servicios básicos y el acompañamiento para el arraigo quedaron a cargo del Estado paraguayo. “El Ministerio de Salud no nos provee hoy ni una sola cama. Tenemos un predio para el centro de salud y otro más para la escuela”, resalta Esperanza Román. Su esposo, Ramón Ortiz, cuida un devastado establecimiento donde un tambo industrial, que iba a ser el principal medio de subsistencia comunitaria, se echa a perder. Esperanza y María Asunción no quieren que Nueva Mestre termine así.

Opinión
Primo Zarza, Coordinador: Tienen un plan
El profesor Primo Zarza se resiste a ver convertida a Nueva Mestre en un pueblo fantasma. Aunque reconoce que algunos vecinos comenzaron a emigrar y a vender sus tierras. Con la intención de salvar la colonia, volvieron a organizarse y ahora él preside una Asociación Campesina Nueva Mestre. En el 2005 realizaron un Diagnóstico Rural Participativo y un Plan de Desarrollo que ya presentaron al Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert). Este contempla reactivar el tambo y hacer una colonia agropecuaria productiva. “Necesitamos ampliar el tendido eléctrico, pastura, alambrada. Crear una nueva cooperativa. No podremos lograr arraigo si no producimos y para esto necesitamos la presencia permanente de instituciones, como el Indert y el Ministerio de Agricultura”, reclama. En su opinión, el plan que ellos mismos idearon, con amplia participación de los pobladores, es el camino. Sin embargo, “carecemos de ayuda. No podemos levantar nada sin financiamiento”, dice. Si se esfuerzan es justamente porque no quieren que queden en el “oparei” la inversión y el sacrificio que significó crear Nueva Mestre. Para él, es fundamental asegurar la provisión de agua.

De la ruta a la casa
La colonia Nueva Mestre fue una respuesta al problema de las familias sin techo que vivían en precarias condiciones, a lo largo de la Transchaco, en la franja de seguridad de la ruta. El primer núcleo de 50 casas se culminó en el ‘95 y los otros dos se hicieron en el ‘97.

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