Mejorar las políticas públicas para garantizar ingreso digno

En nuestro país, las políticas públicas deben ser capaces de generar el contexto adecuado y las capacidades necesarias para que las personas, de manera autónoma y a través de un trabajo decente, generen los ingresos necesarios para combatir un problema grave como lo constituye la pobreza. Y sabiendo que una gran mayoría de compatriotas permanecen en situación de carencia y necesidad –la mayoría niños, niñas y adultos mayores–, es de esperar que el Estado apuntale sus políticas públicas para de esta manera se erradique una situación delicada para el futuro.

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La pobreza constituye un problema grave en Paraguay por la cantidad de familias que representa y las múltiples dimensiones que involucra. Si bien en la última década se observa una tendencia a la reducción, Paraguay no aprovechó los años de crecimiento económico para disminuirla por lo menos al mismo ritmo de los países vecinos. Casi un cuarto de la población permanece en situación de pobreza, la mayoría de ellos niños, niñas y adultos mayores, lo cual resulta vergonzoso si consideramos que Paraguay es un país que pasó a ser de ingreso medio y cuenta con recursos suficientes para erradicarla.

Los vacíos en las políticas, la gestión ineficaz, la falta de integralidad de las mismas y los bajos niveles de recursos públicos invertidos configuran un escenario poco propicio para lograr resultados importantes.

Es inadmisible que en un país como Paraguay, cerca del 25% de la población sufra carencias básicas y una parte de ellas pase hambre. Nuestro país lidera los ránkings en la producción de varios tipos de alimentos, tiene tierra y agua en cantidades suficientes para garantizar la producción que requiere su población para vivir dignamente. El clima, aunque proporcione volatilidad a la economía, es altamente favorable a la agricultura y ganadería. No hay justificación posible para que la población adulta en situación de pobreza no cuente con el trabajo que le permita salir de ella. Las políticas públicas –agropecuaria, industrial, comercial, laboral, inclusión financiera, entre otras– deben ser capaces de generar el contexto adecuado y las capacidades necesarias para que las personas de manera autónoma y a través de un trabajo decente generen los ingresos necesarios.

A pesar de la relevancia de estas políticas para lograr un mayor bienestar y de la todavía alta incidencia de la pobreza, estas políticas son débiles para la población trabajadora en general y aún más para quienes están por debajo de la línea de pobreza. Una parte importante de las familias cuenta con el Programa de Tekoporã, con lo cual se espera que los niños, y adolescentes de la familia logren al menos terminar la primaria y, con un poco de suerte, la secundaria. Las dos evaluaciones realizadas al referido programa dan cuenta del impacto positivo.

Sin embargo, en materia económica con los adultos trabajadores todavía hace falta mucho. Estas familias se debaten prácticamente solas, en trabajos precarios, con activos y educación escasos, poco acceso a mercados y con la necesidad de que algunos de sus miembros emigren para conseguir lejos lo que su propio entorno no le ofrece. Si logran salir de la pobreza, permanecen en una situación de alta probabilidad de caer de nuevo por la vulnerabilidad de su condición.

Las remesas enviadas por los parientes, y el programa Tekoporã son medios relevantes para garantizar calidad de vida. Un trabajo con seguridad social, acceso a tierra, créditos, formación técnica y sobre todo un ingreso digno para los adultos debería ser un objetivo prioritario de las políticas públicas.

Es necesario mantener los logros obtenidos hasta ahora y, sobre todo, garantizar mejoras sustanciales de las políticas públicas, no solo para reducir la pobreza de ingreso, sino también para mejorar la calidad de vida. Esto implica políticas de amplio alcance, integradas y de calidad.

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