Los estudiantes son el reflejo de una sociedad que les maleduca

El episodio que tuvo como protagonistas a alumnos del colegio Internacional es un llamado de atención y de alerta para el sistema educativo formal del país, los padres de familia y la sociedad en general. La situación que cobró estado público corrobora que existen –tanto en las instituciones privadas como públicas – estudiantes que ignoran o pasan por alto aquellos valores educativos y ciudadanos de la convivencia que deben manifestarse en el marco del respeto y la valoración por los demás. Esos jóvenes son el producto de las instituciones de enseñanza, los hogares y el contexto sociopolítico que cada vez están menos apegados a las normas y consideran que pueden cometer, impunemente, transgresiones de cualquier índole.

  • Facebook
  • Twitter
  • Email
  • Print

Cuando los alumnos del último año de la Media del colegio Santa Teresita destrozan el aula que les había servido para estudiar o los del colegio Internacional castigan físicamente a alumnos de niveles inferiores o proponen desafíos que atentan contra las personas y sus bienes, no hay que pensar que son actitudes aisladas de grupos de inadaptados.

Lo que aflora en esas conductas es la creciente tendencia de muchos jóvenes a no respetar las normas establecidas en la sociedad y evidencian los desbordes –conocidos o no públicamente– que se manifiestan en las relaciones interpersonales que les toca vivir.

A la hora de distribuir responsabilidades y lanzar acusaciones acerca de los patrones de comportamiento que exhiben esos estudiantes, dentro y fuera de las instituciones en las que estudian, hay que cuidarse muy bien de no condenarlos como únicos causantes de las situaciones de violencia –abierta o solapada– que protagonizan.

También las instituciones de enseñanza, los padres de familia, los medios de comunicación y la comunidad en general tienen su cuota de participación en esas manifestaciones de los jóvenes por no poder transmitirles, con el suficiente poder de persuasión, aquellas pautas de contención y de encuadramiento en principios basados en valores humanos imposibles de desconocer.

Desafortunadamente, la tendencia general de este tiempo es que los adultos abandonen a aquellos que en la infancia o en la juventud requieren un acompañamiento maduro e inteligente para poder enfrentar con éxito los grandes desafíos de la vida.

Si la educación que reciben en la casa, en los colegios y en otros ámbitos fuera lo suficientemente sólida, les templara el carácter, les proporcionara espíritu crítico y les moldeara la capacidad de optar por el bien, les ofrecería la posibilidad de que ellos mismos, sin la intervención de los mayores, se alejen de aquellas circunstancias que riñen con sus principios. Una educación para el maduro ejercicio de una libertad les hubiera dado los parámetros para establecer claramente que su derecho termina donde comienza el del otro.

Por lo que se observa, habrá que admitir que la enseñanza impartida en las aulas, la familia y la sociedad es cada vez más deficiente e incompleta. Hay un proceso de degradación que se deja ver en los episodios de irracionalidad que desnudan la vulnerabilidad de la formación de los estudiantes.

Es necesario, por lo tanto, reflexionar a fondo sobre las causas del comportamiento juvenil inadecuado para replantearse globalmente el problema de la educación en este tiempo de globalización que trae consigo paradigmas nuevos y urgencias anteriormente desconocidas. Lo que no hay que ignorar es que la responsabilidad abarca a todos.

  • Facebook
  • Twitter
  • Email
  • Print
Más contenido de esta sección