La gran capacidad de aguante nos debe ayudar a ser mejores

Fuga masiva de presos en una cárcel fronteriza, epidemia de dengue, hospitales públicos saturados y sin capacidad para brindar auxilio, cortes frecuentes en servicios básicos como la energía eléctrica y el agua corriente, pésima gestión de algunos municipios para arreglar calles o recoger basura, corrupción generalizada en la sociedad y especialmente en las autoridades y los políticos... son solamente algunos de los muchos males que nos afectan. Sin embargo, la mayoría de los paraguayos resisten sin salir a romper todo, como en Chile y otros países. Algunos lo llaman estoicismo; otros, “gran capacidad de aguante”. Una forma de ser que nos debe llevar a reclamar positivamente los derechos a una vida más digna.

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Las primeras semanas de este año 2020, que en teoría deberían ser aprovechadas para las vacaciones, el descanso y el relax, no han resultado fácil para la mayoría de los habitantes del Paraguay. Como si fuésemos los destinatarios de algún castigo bíblico, se nos han venido encima una serie de situaciones negativas que ponen a prueba nuestra capacidad de resistencia.

Uno de los episodios más graves es la epidemia del dengue, transmitida por la mosquita Aedes aegypti, que nos acecha como si fuera una de las plagas del antiguo Egipto. Es cierto que hay culpas de cada ciudadano o ciudadana en no limpiar su entorno para eliminar los criaderos, pero eso no quita la responsabilidad de municipios, gobernaciones y el mismo Gobierno Central, que no logran garantizar servicios eficientes de aseo urbano y de recolección de basuras, como de mejorar la infraestructura de los hospitales públicos, actualmente saturados de personas enfermas. Que el propio presidente de la República tenga dengue demuestra la manera en que todos estamos expuestos, aunque en su caso no deba someterse al vía crucis que padece el ciudadano común, esperando largas horas para que le toque un turno de atención médica, siempre precaria e insuficiente.

Otro padecimiento inacabable es la constante interrupción de servicios públicos básicos. Hay barrios, pueblos y ciudades que deben sufrir largas horas e incluso días con el corte de la energía eléctrica o el agua corriente, bajo altas jornadas de calor. Si nuestro país tiene las mayores represas hidroeléctricas y las más grandes reservas de agua dulce, el problema sigue siendo de gestión. Es decir, de inutilidad, desidia o corrupción por parte de quienes administran los recursos.

La seguridad ciudadana es una asignatura pendiente que no tiene visos de solución. Viajar en unidades de transporte público saturadas e incómodas, sometidos al ataque de asaltantes en motocicletas o a robos domiciliarios, genera la misma angustia que la de enterarse de la fuga masiva de 76 presos peligrosos en una cárcel fronteriza, la sensación de que el Estado está a merced de bandas del crimen organizado, y que la corrupción ha permeado todas las estructuras.

Es indignante enterarse de que muchos dirigentes políticos y autoridades que se han comprometido con el servicio a la ciudadanía acaban defraudando al ser descubiertos en casos de robos y desvíos de fondos, en alevosos delitos de corrupción, en ser cómplices de mafiosos y criminales. Y resulta aun más enojoso ver a la mayoría de los legisladores oponerse a una ley que permita conocer de dónde viene el dinero que financia la política, como si no supiéramos que gran parte proviene justamente de la mafia, la corrupción y el crimen, situación que, al parecer, no están dispuestos a modificar.

Lo llamativo es que, a pesar de sufrir toda esta negativa situación, la mayoría de los paraguayos resisten en forma pacífica o pasiva, sin salir a protestar y romper todo, como ha ocurrido recientemente en Chile y otros países.

Hay quienes llaman estoicismo a esta actitud, otros lo denominan “gran capacidad de aguante”. Es una forma de ser que, sin embargo, nos debe llevar a ser más activos y a reclamar positivamente los derechos a una vida más digna.

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