El Presupuesto público debe mejorar mucho su estructura

Más allá de los numerosos cambios superficiales que sufre el Presupuesto General de la Nación, año tras año, el principal instrumento de la política fiscal requiere de transformaciones estructurales, tanto por el lado de los ingresos como de los gastos. Del lado de los ingresos, el aumento de los recursos y la reducción de las inequidades tributarias deben ser el objetivo central de este proceso de mejoramiento. Por el lado del gasto, es necesario reducir los gastos superfluos y garantizar el financiamiento adecuado de cada una de las políticas públicas. El equilibrio fiscal en nuestra economía debe ser debidamente garantizado, reduciendo la dependencia del endeudamiento externo.

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El Presupuesto General de la Nación es uno de los principales instrumentos de la política pública y es el más importante de la política fiscal.

El análisis de su estructura muestra las prioridades nacionales y el compromiso que el país asume por garantizar el bienestar y la calidad de vida de sus ciudadanos.

El Presupuesto de ingresos muestra implícitamente el pacto social que rige la convivencia ciudadana.

En la vigencia de un marco de solidaridad, se espera que quienes ganen más paguen más y con ello que los recursos genuinos financien el desarrollo del país.

La baja e inequitativa presión tributaria parece señalar que estamos muy lejos de un acuerdo basado en los valores democráticos y republicanos.

La consecuencia en los últimos años ha sido el crecimiento del endeudamiento, que no solo ha puesto en entredicho el principio de solidaridad, sino que además transfiere a las generaciones futuras la responsabilidad del pago, teniendo en cuenta que el país no tiene un mecanismo que desde ahora permita contar con un fondo para enfrentar los vencimientos futuros sin afectar el gasto en políticas estratégicas.

El Presupuesto de Gastos de la Nación tiene serias falencias.

Una estructura salarial que no cuenta con un sistema de incentivos que garantice resultados, bajos niveles de inversión en insumos imprescindibles para mejorar la calidad de los programas, gastos innecesarios y sobreestimados debido a los altos costos que paga el sector público, como es el caso de los famosos bocaditos o servicios de ceremonial y gastronómico, costos de infraestructura sobrefacturada, programas presupuestarios mal diseñados y sin información suficiente, son algunos de los problemas que obstaculizan eficiencia y calidad del gasto público.

En este contexto, los arreglos parciales, si bien son necesarios, no resuelven los problemas estructurales del Presupuesto General.

Así como está diseñado, el aumento de los recursos destinados al gasto no garantiza calidad y si este incremento se sustenta en la persistencia de inequidad tributaria y de aumento del endeudamiento, el Presupuesto no contribuirá tampoco a mejorar la calidad de vida de los paraguayos y menos aun a reducir las fuertes desigualdades que persisten a pesar de los avances en muchas políticas.

El Presupuesto debe ser capaz de promover políticas de calidad y paralelamente reducir las desigualdades.

Con la estructura actual, estos objetivos serán difíciles de lograr, pero es necesario empezar el cambio, aunque este sea difícil de conseguir y lleve varios años de trabajo y negociación.

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