El Papa pide oír el grito de los pobres, acallado por los ricos

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Comida. El Papa participó de un almuerzo con más de un millar de indigentes a quienes regaló una jornada especial.

El papa Francisco exhortó ayer a escuchar el grito de los pobres, sofocado por el estruendo de unos pocos ricos, en una misa celebrada en San Pedro y después almorzó en el aula Pablo VI con 1.500 indigentes a quienes regaló una jornada especial.

El Pontífice aseguró que la atención a los pobres no puede ser la moda de un pontificado, pero en estos cinco años Francisco se volcó en atender a los más desfavorecidos. El año pasado Francisco instituyó la Jornada Mundial de los Pobres para la Iglesia católica y en su segunda edición, el papa celebró de nuevo una misa en la basílica de San Pedro, donde en las primeras filas se sentaron 6.000 sintechos, indigentes e inmigrantes.

En su homilía, Francisco afirmó que el grito de los pobres es cada día más fuerte, pero sofocado por el estruendo de unos pocos ricos, que son cada vez menos pero más ricos. Sacudió las conciencias al recordar la imagen de los pocos epulones que banquetean con lo que en justicia corresponde a todos porque, destacó el pontífice, la injusticia es la raíz perversa de la pobreza. Pero además hizo referencia al aborto al pedir escuchar el grito ahogado de los niños que no pueden venir a la luz y a las guerras y a los chicos acostumbrados al estruendo de las bombas en lugar del alegre alboroto de los juegos.

El pontífice recordó el grito de los ancianos descartados y abandonados y el de los inmigrantes, quienes deben huir, dejando la casa y la tierra sin la certeza de un lugar de llegada o de poblaciones enteras, privadas también de los enormes recursos naturales de que disponen.

A los fieles les dijo que es Dios quien pide que lo reconozcamos en el que tiene hambre y sed, en el extranjero y despojado de su dignidad, en el enfermo y el encarcelado.

E insistió en que el cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, fatalista ante el sufrimiento del prójimo.

“Miremos lo que sucede en cada una de nuestras jornadas: entre tantas cosas, ¿hacemos algo gratuito, alguna cosa para los que no tienen cómo corresponder?”, interrogó Francisco durante su homilía.

El pontífice argentino concluyó pidiendo al Señor que enseñe a dejar lo que pasa, a alentar al que tenemos a nuestro lado, a dar gratuitamente a quien está necesitado.

Porque para Francisco, la ayuda al prójimo no es una opción sociológica, no es la moda de un pontificado, es una exigencia teológica. Es reconocerse mendigos de salvación, hermanos y hermanas de todos, pero especialmente de los pobres, los preferidos del Señor.

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