Volver a nuestras raíces

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“Se reconoce el derecho de las personas a recibir información veraz, responsable y ecuánime…”. Esto dice la primera parte del artículo 28 de la Constitución sobre el derecho a informarse. Así como es un derecho de las personas, constituye una obligación para los periodistas con relación al público.

Es decir, la información que damos los periodistas debe ser cierta, no falsa, ni tergiversada o alterada. Tiene que ser exacta. También debe ser responsable, o sea, se debe saber quién es la persona o cuál es el medio que la emite, para que, si la misma no tiene los requisitos legales, se puedan tomar las medidas que correspondan.

Además, sobre la ecuanimidad, “debe tener imparcialidad de juicio”, según una de las acepciones de la Real Academia Española. También habla de “la igualdad y constancia de ánimo”.

Otras acepciones versan sobre “obrar con rectitud, justicia e imparcialidad”. Pero una de las que más nos quedan es la persona que “no suele dejarse llevar por la pasión”.

De esta manera, la información emitida por el periodista o los medios de comunicación debe ser cierta, no debe ser anónima y debe ser imparcial.

Sin embargo, lo que se ve en estos tiempos, especialmente en la época electoral, es que no se dan estos requisitos en el periodismo, ya que nos dejamos llevar por la pasión.

Se tergiversa la noticia, o se la presenta de la manera que más le convenga al emisor, o al dueño de la empresa.

Podríamos decir que, en el Paraguay, si uno lee los periódicos –sean impresos o digitales–, escucha la radio, o ve la televisión, parecerá que cada uno es de una nación diferente. El público bien podrá estar en el país de las maravillas, o en el que reina el caos, donde se está al borde del suicidio colectivo inclusive.

Los medios de comunicación toman partido por los candidatos o movimientos políticos, sin que lo digan abiertamente, sino que lo hacen presentando una información dirigida bajo el manto de la imparcialidad.

Se miente, se tergiversa, se presenta o se oculta una información de acuerdo con los intereses del medio. Hay periodistas que hacen propaganda abierta de los candidatos, interpretando o presentando las noticias parcialmente, mostrando solamente una parte, por lo general, la que más les gusta (o le pague, según dicen de nosotros).

Con esto, se pierde totalmente la credibilidad de nuestra labor y hace que cada vez estemos más desacreditados ante la sociedad.

Los titulares de la prensa diaria son cada vez más dirigidos, mostrando solo lo que conviene al movimiento o partido que apoya el grupo de medios. Lo peor es que se nota tanto que ni siquiera se leen, salvo los fanáticos que aparecen, como dije, en época electoral.

Aclaremos, no está mal que los medios de comunicación se declaren a favor o no de algún candidato, pero esto se debe hacer en un editorial, que es la opinión del medio de comunicación. “El lector debe conocer el punto de vista de los periódicos, pues “es inmoral cobijarse detrás de la neutralidad de las noticias”, decía Joseph Pulitzer.

De esta manera, tomar partido no debe ser a través de las noticias publicadas, donde supuestamente se es imparcial. De ahí que, al final, se pierda la fe en el periodismo, lo que hace que el público se vuelque a lo que dice cualquiera en las redes sociales, lo que en definitiva le perjudica aún más.

El periodismo libre es fundamental para la democracia. El público debe confiar en nosotros, ya que somos los que le informamos de lo que acontece en el país y en el mundo, para que pueda tomar decisiones diarias.

Por esto es fundamental volver a las raíces del periodismo, sincerarnos acerca del apoyo que damos a tal o cual candidato, y cumplir con los requisitos constitucionales para informar correctamente.

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