Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Hoy meditamos el evangelio según San Lucas 1, 26-38: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tu entre todas las mujeres.

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Desde esta fiesta grande divisamos ya la proximidad de la Navidad. La Iglesia ha querido que ambas fiestas estén cercanas.

«Del mismo modo que el primer brote verde señala la llegada de la primavera en un mundo helado y que parece muerto, así en un mundo manchado por el pecado y de gran desesperanza esa Concepción sin mancha anuncia la restauración de la inocencia del hombre.

Así como el brote nos da una promesa cierta de la flor que de él saldrá, la Inmaculada Concepción nos da la promesa infalible del nacimiento virginal (…).

Aún era invierno en todo el mundo que la rodeaba, excepto en el hogar tranquilo donde Santa Ana dio a luz a una niña. La primavera había comenzado allí».

La nueva Vida se inició en Nuestra Madre en el mismo instante en que fue concebida sin mancha alguna y llena de gracia.

Si cumplimos nuestro propósito de acudir con más frecuencia a Ella, desde el día de hoy, comprobaremos en nuestras vidas que «Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que rezan»

El papa Francisco a propósito del evangelio de hoy dijo: “La voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él. María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a luz: se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Ángel y dice: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

Este “hágase” no es solo aceptación, sino también apertura confiada al futuro. ¡Este “hágase” es esperanza!

María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana.

Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el “sí” en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente».

(Del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal y http://es.catholic.net).

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