“Ñamanombáta”

Lo vio venir desde una cuadra: Mate en mano y con la cara de susto como si fuera que vio a un aquelarre de sus tres últimas ex suegras pronunciando su nombre entre oscuros conjuros.

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Apenas se sentó frente a su sorprendido interlocutor, espetó con crudo temor: –Ñamanombáta pio.

Trató de explicarle que desde su puesto de vendedor de remedios refrescantes, empanadas y Telebingo podía otear, como un agorero de saldo, apenas las últimas traiciones de la política nacional y el probable resultado de algún que otro partido de Cerro, pero que sus conocimientos sibilinos no llegaban a los designios celestiales, ni andaban por los vericuetos de la vida y la muerte.

Pero entendió que era inútil retrucar y solo buscó entender el origen de la desazón del asustado visitante. Aunque estaba tan confundido que le salió el lacónico: –¿Mba’e?

–No ves pio vos las noticias, lekaja. Los chinos están como locos y quieren bombardear a los yanquis por el tema de la isla esa y porque parece que no les gustó la visita de una de las mujeres más poderosas de los EEUU, supongo era la esposa del presidente. O su amante. Andá sabé vos. Esos gringos son medio revirados.

El pitoniso/yuyero se envalentonó porque tenía la ocasión de demostrar los conocimientos geopolíticos adquiridos escuchando a Óscar Acosta y María Teresa López y leyendo ediciones viejas de Billiken. Pero su real fuente de sabiduría era el grupo de WhatsApp de la Cimefor.

“Lo que pasa es que los chinos son comunistas. Y los taiwaneses son nacionalistas. Los gringos apoyan a los nacionalistas, pero negocian con los comunistas. En verdad negocian con ambos. Claro que los negocios con los chinos son más suculentos. Pero, ojo también, los tienen bien vigiladitos porque en cualquier momento los comunistas se hacen de los machitos y quieren demostrar tipo el Viejo Oeste cuál es la pistola más rápida del pueblo. O mejor dicho, cuál es el arma atómica que explotará primero. Como todo soldado, los chinos y los yanquis buscan que el otro muera primero por su causa”, recitó más o menos de memoria lo oído a medias y lo leído a las apuradas. Extrañamente fue claro.

Aprovechando que el visitante se quedó singularmente silencioso, prosiguió: “La que visitó Taiwán era la Pelosi. Es la presidenta de la Cámara de Representantes. Una especie de... iba a decir Celeste Amarilla, pero no; Pelosi sí tiene poder y carácter. Celeste es capa para carajear a los cartistas, pero... ¡Ahh! y Pelosi no es la esposa del presidente y no estoy seguro de que sea o no su amante, porque los Biden parece que no tienen todos los patitos en fila a juzgar por el comportamiento de su hijo mayor”.

El amigo seguía callado y sin entender quién era la Pelosi para armar semejante quilombo. Ante el obtuso mutis del único oyente, el insospechado analista prosiguió: –Hay varias guerras que corren peligro de unirse en un solo bochinche. Y ese bochinche se resolverá a los bombazos. Nadie quiere hablar y pocos tienen la fuerza para obligar a una negación. La Tercera Guerra Mundial será atómica, pero la Cuarta será con hondita porque puede que nada quede en pie”.

Llegó un tercero, pidió dos empanadas y torció el debate hacia temas más difíciles: “Qué carajo pasa con Cerro”.

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