Lastre

Benjamín Fernández Bogado – www.benjaminfernandezbogado.wordpress.com

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La herencia centralista, opresora, torpe del Estado autoritario se continuó en una democracia que multiplicó en cantidad y peso lastrando la gestión en todas sus variantes y espacios. La burocracia es incapaz de hacer cosas sencillas porque a la inflación de cargos se correspondieron labores que solo entorpecen la tarea final.

Si a usted le toca legalizar un documento de educación, llenar los formularios de una gestión cualquiera sea ella, se encontrará con una burocracia aceitada en corrupción que vuelve miserable la condición del mandante. En una etapa te piden documentos que la misma repartición te había otorgado o al mismo tiempo te reclaman partida de nacimiento y cédula de identidad cuando esta última no se otorga sin la primera. En la medida que crecen los trámites se infla el número de empleados, cuya tarea entorpecedora se reduce a sellar el documento que será remitido para el mismo trámite en el piso de arriba para luego bajar de nuevo y certificar su validez.

El pasaporte paraguayo es una perfecta síntesis. En la página primera además de la foto y firma del tenedor están las de tres policías y en las dos páginas siguientes firmas y sellos de los ministerios del Interior y Relaciones Exteriores ¡que avalan las firmas anteriores! Todo esto es dinero, tiempo, malgasto y lastre.

Si solo este Gobierno en tiempos de pandemia hubiera hecho la revolución de las pequeñas cosas que vuelven miserable la vida de los mandantes otra percepción hubiéramos tenido de él. Por eso, el nivel de crispación, enojo y hartazgo crece cada día ante cualquier muestra de torpeza que venga desde arriba. Nadie le cree nada a este Gobierno porque no ha mostrado sentido de servicio y menos consideración o conmiseración a las duras condiciones que nos ha tocado vivir en pandemia. A nadie le importan las conferencias de prensa cantinflescas de Mazzoleni a quien le contradicen el presidente y Sequera. Además, no pasa nada.

Esto debe cambiar. No podemos seguir en lo mismo esperando resultados diferentes. Las clases se inician y los propios gremios de educación presentan un proyecto de emergencia educativa que solo debe ser refrendado por el ministro. Increíble. El control de la nave se ha perdido por la cantidad de errores acumulados a lo largo de este tiempo y en su camino la sensación de que nadie manda ni ordena nada se ha establecido en la población.

Los partidos juegan a entretener con las elecciones municipales, donde nadie propone cambiar el statu quo de una pérfida relación de concejales e intendentes que negocian corrupción en detrimento de la población a quienes dicen servir. Las negociaciones se exhiben impúdicamente sacando lo peor de cada uno de los candidatos. El presidente quien solo quería el cargo para salir y exhibirse se debe contentar con un viaje a Montevideo desde donde llama a Putin para pedirle las vacunas. Como en los tiempos de su padre que las relaciones con Rusia había que hacerlas a escondidas y en otros países, mientras a nivel local los internos de Tacumbú degüellan y filman el motín. Hay que acabar con el lastre de las simulaciones y tomar el toro por las astas. Cuando más requerimos de líderes íntegros y comprometidos, la teoría del payaso Kelembu –de habilitar prostíbulos en el Este para atraer turistas– pasa a ser política de Estado imitado en diferentes grados y versiones por la burocracia parásita y pública. Requerimos cambiar, pero por sobre todo asumir el costo que tiene para cada uno de nosotros un Estado miserable donde algunos gestos de dignidad –como los de la ex viceministra de la Mujer o el ministro de la Corte Candia– nos dan alguna esperanza que algo puede cambiar. Mientras tanto, debemos deshacernos de los lastres que tenemos si queremos elevarnos, porque los que tenemos nos impiden incluso soñar.

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