Las tijeras genéticas chinas

Alfredo Boccia Paz – galiboc@tigo.com.py

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Es raro que una noticia científica llegue a los titulares de la prensa mundial. Lo logró hace unos días el investigador chino He Jiankui al anunciar que había alterado el ADN de dos embriones para que sean inmunes a la infección del sida. Provenían de una pareja –padre seropositivo y madre seronegativa– que se había integrado voluntariamente a un ensayo cuya existencia la universidad china desconocía. Jiankui obtuvo sus minutos de fama pero la información, lejos de ser celebrada como un avance médico notable, despertó tanta alarma en la comunidad académica que irrumpió mediáticamente ante el público en general.

La genética es una ciencia complicada y por eso cuesta trabajo explicar de modo entendible las causas del temor ocasionado por el experimento chino. Hace un siglo y medio el naturalista y monje agustino Gregor Mendel hacía un descubrimiento pionero. Al cruzar plantas de flores verdes con otras de flores amarillas descubrió que los elementos de la generación siguiente eran todos verdes, pero que la tercera descendencia tenía exponentes de ambos colores. Había “algo” que hacía que un determinado color se heredara de forma dominante sobre otro. Aún no se conocía al gen y solo en 1953 Watson y Crick describirían la doble hélice del ADN.

A partir de allí, la posibilidad de modificar esa cadena de información genética para evitar o curar ciertas enfermedades fue un sueño que parecía próximo. Pero no fue sino en 2012 cuando se descubrieron las “tijeras moleculares” que permiten cortar, reemplazar o ajustar ciertas cadenas específicas de ADN. Esa herramienta lleva el nombre de Crispr y logra “editar” genes. Es una tecnología prometedora para tratar enfermedades en células adultas, donde los efectos secundarios serán limitados. Pero todavía se conoce poco de la edición de genes y hay demasiados riesgos desconocidos como para aplicar la herramienta a embriones humanos con fines terapéuticos.

Es que se cambia el conjunto genético humano y se desconoce el impacto en varias generaciones posteriores. La prole de las niñas con genes editados tendrá esa misma modificación y no se sabe qué otros cambios no previstos inicialmente. Eventualmente ellas o su descendencia podrían tener cáncer o enfermedades autoinmunes disparados por los cambios en el DNA. La tecnología es fascinante, pero dista de ser perfecta y puede dar lugar a errores inesperados. Los chinos se saltaron pasos y están creando una nueva estirpe de humanos, dicen muchos científicos que hablan de una irresponsabilidad colosal.

Se abren las puertas a la eugenesia, el centro del viejo debate ético. El experimento no ha sido para curar, sino para instalar una mejora genética, algo rechazado por la ética médica. Aunque la edición artificial para mejorar rasgos físicos o la inteligencia están aún lejos del conocimiento actual, se ha abierto la posibilidad de crear superhombres o mujeres al alcance de quien pueda pagarlo. El genetista chino ha ido demasiado lejos, demasiado rápido.

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