Las tías viejas tenían razón

Estamos viviendo una nueva era. Una era global que desafía a líderes, directivos y políticos de todo el mundo. La era de la transparencia y su consecuencia más visible, la reputación. Un concepto que alcanza transversalmente a toda la sociedad, a todas las actividades.

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Por Patricia Dos Santos

La información viaja entre las personas en el momento y sin ninguna posibilidad de control por parte de sus emisores o generadores, ya no hay cómo esconderse.

Cuando la gente pudo comunicarse abiertamente a través de las redes, expresó masivamente una nueva conciencia sobre factores sociales, medioambientales, de derechos humanos, pero, sobre todo, dijo claramente y en todo el mundo que quería transparencia. Buscaba la verdad y la honestidad no solo en el manejo de la cosa pública, sino también de la privada.

Es un nuevo activismo que va desde la difusión de información a través de redes, blogs, e-mails, WhatsApp, pasando por las elecciones de marcas y productos, hasta las manifestaciones y presiones que logran torcer decisiones políticas y privadas, de lo que no escapan los directivos y ejecutivos, ni las marcas.

Como ciudadanos y como clientes nos han dicho que no aceptan la mala conducta, ni en la política ni en las empresas grandes o pequeñas, ni por parte de las personas que las integran, llegando a promover grandes escándalos que tumbaron hasta a “gigantes invencibles”, como Enron, Arthur Andersen, Lehmann Brothers, y lograron el desprestigio de marcas centenarias.

Ahora, luego de casi un siglo de vivir la era de las grandes corporaciones cerradas, resulta que las “tías viejas” tenían razón cuando, con sus consejos para cuidar el “qué dirán”, nos motivaban a cuidar la conducta para preservar la reputación del apellido, la familia, la persona, intangibles de alto valor social que generan la confianza.

No sé por qué pero en algún momento y lugar, en aras de la modernidad, eso pasó a ser “cosa de viejas”, y pensamos que la eficiencia profesional podía más para construir marcas y organizaciones basadas en valores, y le restamos importancia a la conducta personal como eje de la generación de esos valores.

El sector financiero mundial es el mejor ejemplo de que la transparencia es un valor que moviliza una conciencia y acciones concretas con fuerte impacto en los resultados económicos y financieros de las organizaciones por la creación de daño o de valor. A tal punto que las nuevas regulaciones que surgieron después de la última crisis cambiaron al sector de manera significativa y sin retorno, en un solo sentido, el de la transparencia.

Hoy está muy claro que los intangibles que aportan la reputación personal, organizacional y marcaria son las herramientas claves en un mundo que valora la transparencia y la reputación a tal punto que decide con base en ello.

¡Así que este fin de semana a charlar con las tías viejas!

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