La decepción ciudadana que recibe al Gobierno

Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman

  • Facebook
  • Twitter
  • Email
  • Print

Lo prometió reiteradas veces durante la campaña electoral, con un tono que sonaba entre enérgico y ofuscado, que parecía sostenido en una auténtica indignación. Probablemente, hubo quienes no le creyeron, pero seguramente muchos sí lo hicieron y por eso le dieron su voto.

Con la bandera paraguaya alrededor del cuello, con el micrófono aferrado en la mano izquierda como un arma de batalla y la mano derecha cerrada en un puño, Mario Abdo Benítez anunció que no tolerará la corrupción. “No debe existir distinción entre poderosos y comunes, sea el investigado yo, un integrante de mi familia, de mi gobierno, un amigo o un ciudadano de a pie”, reiteró el día en que fue proclamado presidente electo.

Acerca de las notas reversales sobre la represa hidroeléctrica de Yacyretá también se mostró inflexible, contrario a los acuerdos contra los intereses del país: “Ese acuerdo de algunos antipatriotas vamos a romper cuando lleguemos a la presidencia de la República”.

No le dieron tiempo siquiera de asumir el cargo. A pocos días del 15 de agosto, la gran mayoría de los diputados de su movimiento político, aliados a los del actual saliente oficialismo y a sus cómplices liberales, hicieron trizas dos de sus principales promesas electorales: le dieron impunidad parlamentaria al diputado corrupto confeso José María Ibáñez y convalidaron la entrega de la soberanía energética, aprobando las notas reversales Macri-Cartes sobre la deuda de Yacyretá.

Dirán que Marito no tuvo nada que ver. Eso resulta difícil de creer, y aunque así fuera, igual lo enlodan y lo envuelven en los operativos de intereses de poder que constituyen una bofetada para la ciudadanía. Quienes clavaron el cuchillo en las espaldas de la esperanza ciudadana son su gente, sus ta’yra, los diputados de su movimiento político, los miembros de su entorno directo. Ellos son los que han traicionado sus promesas y han creado este enrarecido ambiente de creciente ofuscación generando el clima de indignación popular que recibirá a su gobierno.

¿No tiene el presidente electo nada que decir? ¿Insistirá acaso en que no les puede bajar línea y respeta el disenso, cuando claramente sí ha marcado la línea de acción en el caso del juramento de Cartes y de Nicanor? ¿O, simplemente, esta vez ha primado nuevamente aquel maquiavélico principio de atacar a los corruptos ajenos, pero defender a los “chanchos de nuestro chiquero”, como alguna vez definió certeramente el dirigente liberal Yoyito Franco sobre la protección brindada a un corrupto senador?

A un nuevo mandatario hay que darle cien días de gracia para ver su accionar en la cancha, manda un clásico principio no escrito de la política. Lamentablemente, los diputados de Añetete y sus cómplices han gastado gran parte de ese tiempo de gracia ciudadana antes siquiera de que empiece el partido.

  • Facebook
  • Twitter
  • Email
  • Print
Más contenido de esta sección