Hijos de la dictadura y la izquierda

Por Blas Brítez - @Dedalus729

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Blas Brítez

En la última entrevista concedida por Roberto Bolaño antes de su muerte, la periodista Mónica Maristain le preguntó lo siguiente: "¿Qué cosas lo aburren?”. Contestó: “El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado”.

La cáustica respuesta del escritor chileno me quedó resonando en la cabeza la semana pasada luego de que los votos de la izquierda parlamentaria paraguaya hayan encumbrado en la presidencia del Congreso Nacional a Mario Abdo Benítez, hijo del secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, adversario solo ocasional de Horacio Cartes.

Los hijos no deberían cargar con las culpas de los padres, nos suelen decir. Pero no es tan así me parece. Benítez y todos los hijos de los personeros de la dictadura son el resultado del robo sistemático perpetrado contra el Estado paraguayo. Su padre fue procesado por enriquecimiento ilícito, y murió absurdamente en libertad como casi todos los stronistas de primera línea. Hoy esos hijos de la plata mal habida del stronismo son casi casta política. Quizá no tengan ellos culpas jurídicas por las que responder –solo quizá: nunca se puede confiar en la cara de cordero impávido de un fascista genético–, pero sí responsabilidades de índole ética, moral incluso: no conozco uno que no haya justificado el régimen despótico de Stroessner mediante el cual se vistieron, comieron, estudiaron y construyeron también su carrera política.

Por ello se merecen el desprecio ético y moral, pero también político. Es en este último y siempre efímero ámbito en el que la memoria resulta tan fugaz, en detrimento de los otros dos. Y así se termina sentando en la presidencia del Parlamento a uno de esos hijos privilegiados de la dictadura. Los alemanes lo llaman realpolitik. Un término acuñado por Otto von Bismarck, creador del Reich: un buen tipo con amplia vocación totalitaria.

El Frente Guasu –que agrupa a algunos partidos que se autodenominan de la izquierda marxista-leninista– justificó el apoyo hablando de acuerdos en base a impuesto a la soja y la derogación de la Ley de Alianza Público-Privada (APP). A mí me suena a “discurso vacío de la izquierda” del que hablaba Bolaño.

En todo caso, confiar en la palabra de un stronista es casi una ingenua profesión de fe. La indignación de la otra izquierda, la de Avanza País, no es menos vacía y cínica. Todo le hace muy bien, finalmente, al “discurso vacío de la derecha”.

Pienso en los otros hijos, en los de las víctimas de la dictadura. Y tengo un poco-mucho de vergüenza ajena.

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