Fin de la comedia villanesca

Alfredo Boccia Paz – galiboc@tigo.com.py

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¡Qué penosa es la vida de la gente honesta de Ciudad del Este!

Casi dos décadas soportando gobiernos municipales manejados por un clan familiar insaciable. Al fin, la Comuna fue intervenida, pero las chicanas y maniobras posteriores preanunciaban los obstáculos que enfrentaría la interventora designada. De hecho, es asombroso que Carolina Llanes haya sobrevivido a tanto ataque.

Lo que nos cuenta en su informe es sobrecogedor. Partió de las 15 irregularidades señaladas por la Cámara de Diputados, pero terminó duplicando el número de faltas. El agujero negro administrativo sería de unos 23 millones de dólares. Es una barbaridad, pero no es todo.

La Contraloría General de la República, en un informe que le impidieron hacer durante un lustro, agregó otros 60 puntos cuestionados a la administración de Sandra McLeod. Aquello era tan contundente que cualquiera pensaría que solo su entorno más comprometido se jugaría a seguir defendiéndola. Pero la comedia villanesca de Ciudad del Este es tan sórdida que no podía terminar de modo normal. Faltaba la aparición de Kelembu para reafirmar el desmesurado tono burlesco de la política esteña.

Merced a una reunión karape, tan furtiva y vergonzosa como aquella que hicieron algunos senadores para intentar imponer la reelección, fue proclamado intendente.

Kelembu se arrepentirá pronto de esa decisión que lo transformó de un plumazo de héroe a villano. Pero es bueno que eso haya ocurrido, pues desnudó inequívocamente su verdadera personalidad: es un patético oportunista que solo persigue intereses personales.

El laberinto jurídico terminó con la única salida posible: la política.

Los diputados destituyeron a McLeod, ignorando todo el confuso proceso que se había vivido en Ciudad del Este. El sello de la realpolitik vino con la convocatoria inmediata a elecciones por parte del Tribunal Superior de Justicia Electoral. Aquí comienza otro capítulo que trae la frágil esperanza de que las cosas se normalicen en esa sufrida ciudad.

Es el fin político de un clan que se adueñó de todos los espacios políticos e institucionales de la región durante demasiado tiempo. La ciudadanía lo celebró en las calles, pero no sabemos si la lección está aprendida.

Hubo largos años de conformismo. Hubo reiteradas malas elecciones. Desde el Este del país vinieron muchos representantes populares que nutrieron la pésima calidad de nuestra clase política.

Personajes estrafalarios, payasescos, ostensiblemente vendidos, semianalfabetos y violentos fueron legitimados por los votos de muchos de los indignados de hoy.

Es la hora de la reconstrucción.

Un buen comienzo es poner a los corruptos en la cárcel. Aún falta el paso siguiente: votar solo a candidatos decentes y preparados.

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