El desafío de tener 40 y quedarse sin empleo

Gustavo A. Olmedo B.

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Lo encontré en calle Palma, semanas atrás. No lo veía hace tiempo. De ser un empleado estable en el sector privado, un día quedó fuera. Con sus 44 años de edad, conseguir empleo le estaba costando “demasiado”, me decía. No solo debía competir con la “juventud” de los demás aspirantes sino también –y, “sobre todo"– con los prejuicios de los examinadores, quienes –me explicó– ponían en duda su capacidad para adaptarse a nuevos ambientes, y hasta sus conocimientos de internet, campo del que conoce bien.

La situación de este padre de familia expone una realidad que se conoce, pero se habla poco en nuestra sociedad. No en vano especialistas laborales y sicólogos consideran que la problemática del desempleo de adultos profesionales o con años de oficio es una realidad poco visible para los medios de comunicación (que solo hablan de desempleo juvenil), así como para las políticas de Estado, que no suelen considerar esta realidad como urgente; una cuestión a ser analizada, pues un adulto sin trabajo tiene un efecto negativo amplio y multiplicador; en alto porcentaje es sustento familiar y el que asume variedad de impuestos y servicios.

La transformación del mundo laboral, motivada por los avances tecnológicos, la competitividad y la situación de los mercados, expulsa a diario a empleados de trayectoria. En este contexto, urge instalar y promover iniciativas, desde diversos ámbitos, que ayuden a revalorizar los años de experiencia de trabajo, los conocimientos y capacidad de criterio que estos conllevan, además de ese tan necesario sentido de responsabilidad que se estima más fortalecido en esta etapa de la vida; característica beneficiosa para cualquier empresa o institución.

Esta situación también exige analizar la precarización laboral, pues muchos de los jóvenes que los reemplazan terminan como víctimas de explotación y abusos.

En tanto, los afectados tienen el reto de no bajar la guardia, superar la pereza para apuntar a la actualización; unirse a otros para juntos enfrentar los desafíos y buscar salidas, al tiempo de perder el miedo a fin de no descartar emprendimientos propios con el debido asesoramiento.

Ayudar a la reinserción de estos trabajadores, poseedores del invaluable bagaje de la experiencia, es un bien para la sociedad. Es un segmento que debe ser atendido, pues no solo se trata de aprovechar conocimientos de valía, sino de permitir el crecimiento de la persona adulta, esa que necesita seguir construyendo y desarrollando talentos; creando relaciones, sentirse desafiada, al tiempo de saberse útil y digna de respeto.

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