El demonio y el neoliberalismo

Por Guido Rodríguez Alcalá

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Hacernos creer que no existe ha sido el gran triunfo del demonio, dijo un teólogo contemporáneo. El neoliberalismo no es el demonio, ¡no exageremos!, pero también ha triunfado en hacernos creer que no existía como ideología, sino que era la única manera, la del sentido común, de manejar las cosas. No existe otra alternativa, decía Margaret Thatcher. Ella y otros lograron hacer aceptar ciertas máximas neoliberales, como que el Estado no es la solución, sino el problema; que todo debe dejarse a cargo del mercado, o sea, de la empresa privada, que dará crecimiento y bienestar si no se le ponen restricciones.

Hacernos creer en su inexis- tencia le costó al neoliberalismo mucho trabajo y mucho dinero. El dinero no les faltó, porque contaron desde el principio con el financiamiento de grupos empresariales. Hoy día, el millonario Charles Koch, financiador de campañas contra el cambio climático, es uno de los socios más destacados de la Sociedad Mont Pélerin, pionera del neoliberalismo.

Esa sociedad se formó en 1947, con la participación de los economistas Friedrich von Hayek y Milton Friedman. Ellos y sus consocios afirmaban que la dignidad del individuo se veía amenazada por el Estado, y no solo en los países comunistas, sino también en aquellos en que el Estado regulaba la economía, como sucedía con laborismo inglés y el del New Deal norteamericano. Para devolver al individuo sus derechos, se necesitaba proteger el mercado.

El primer sistema neoliberal fue el impuesto en Chile por Augusto Pinochet, con el golpe militar de 1973. La ideología del golpe la pusieron Milton Friedman y sus discípulos, los Chicago Boys, economistas formados en la Universidad de Chicago. Friedman visitó dos veces a Pinochet, y todo le pareció muy bien: se lo ve, sonriente, en La doctrina del shock, de Naomi Klein, disponible en internet. Hayek visitó Chile a partir de 1977 y se convirtió en propagandista del régimen: él consiguió que la Sociedad Mont Pélerin celebrara un congreso en Valparaíso en 1981, con el apoyo del régimen (http://www.sinpermiso.info/textos/una-carta-de-hayek-a-salazar-y-los-neoliberales-autoritarios-a-propsito-de-la-unin-europea-y-el). Los participantes quedaron felices con el “milagro chileno”.

Para entonces, Friedman ya había comenzado sus visitas a China, para asesorar a Deng Xiaoping (http://www.counterpunch.org/2006/10/07/the-chinese-face-of-neoliberalism/). Las medidas neoliberales adoptadas por Deng llevaron a la matanza de Tiananmen en junio de 1989, como señala David Harvey en su Breve historia del neoliberalismo. Para 1989, con el antecedente de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el neoliberalismo era una ideología dominante. Desde entonces, ha provocado una fuerte reacción: los liberales no quieren que se los llame neoliberales.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha publicado recientemente un estudio llamado Neoliberalismo: ¿sobrevendido? El estudio dice que, en las tres últimas décadas, las recetas neoliberales no han producido los resultados esperados. Que la crítica provenga de un baluarte neoliberal como el FMI nos dice mucho sobre el desprestigio de esa ideología, aún vigente pero muy contestada.

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