El amor no mata

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En estas primeras cinco semanas del 2023 se registraron ocho feminicidios en el país, de acuerdo con el Observatorio de Violencia de Género del Centro de Documentación y Estudios. Estos crímenes perpetrados por razones de género no se reducen solo a cifras, son vidas despojadas, familias enlutadas, niños y niñas huérfanos; representa también una amenaza, una aflicción para las mujeres que anhelamos una vida libre y sin violencia para todas.

Desde fines del 2016 contamos con la Ley N° 5777 de Protección Integral a las Mujeres, la cual tipifica el feminicidio como un hecho punible y aunque sirvió de base en la elaboración de protocolos y resoluciones en instituciones estatales para la prevención y tratamiento de casos de violencia, además de contribuir en las reivindicaciones de movimientos que luchan por los derechos de las mujeres, persiste una dilación en la búsqueda de la seguridad y justicia efectiva para las mujeres, imprescindibles para despejar el camino hacia la igualdad.

En ese sentido, la psicóloga Lourdes Ostertag, quien tiene una larga trayectoria en atención a mujeres víctimas de violencia, considera que la persecución punitiva a los agresores no es suficiente, pues además debe existir un mecanismo de reeducación y sobre todo una educación sexual integral en las escuelas, que consiste en enseñar sobre la igualdad de derechos que generalmente no se promueve en los hogares y mucho menos en núcleos familiares que se declaran “provida” y defienden una enseñanza biologicista.

El freno de la incorporación de un nuevo paradigma en la educación, por tanto, forma parte de la estructura que permite y promueve los estereotipos y roles de género que se asignan a hombres y mujeres ya en la casa, donde ellas son las encargadas de las tareas domésticas y de cuidado y donde se transmite sistemáticamente la dominación masculina sobre la mujer. Esta descripción sobre cómo funciona “la familia tradicional” ofreció Ostertag en el programa La Lupa en pleno domingo de reunión familiar, donde sus aportes podrían ser más que útiles en el proceso de deconstrucción de las ideas machistas.

En el otro extremo de posicionamiento profesional está el psiquiatra José Vera, quien en una radio local prácticamente justificó los feminicidios diciendo que “uno a veces le mata porque le quiere tanto y no soporta que esté con otro hombre”, pero además atribuye estos crímenes a trastornos mentales, cuando en realidad son producto de una construcción histórico-social que sitúa a la mujer como propiedad del hombre, quien reacciona con violencia cuando percibe amenazas de alguna alteración en el poder que ejerce sobre aquella “propiedad” y es que el androcentrismo patriarcal utiliza la violencia como mecanismo de defensa en lo personal, social y del mundo, como bien lo explica la antropóloga e investigadora mexicana Marcela Lagarde, en Género y feminismo: Desarrollo humano y democracia.

“Es tan universal la aceptación de la violencia que incluso hombres que desarrollan procesos reivindicativos o emancipatorios, no buscan alternativas constructivas, sino que asumen el uso de la violencia como medio para enfrentar las opresiones”, refiere la activista sobre cómo acostumbra el hombre a enfrentar los conflictos en todos los ámbitos de su vida.

Esta forma de afrontar el mundo se fue reforzando también en el campo del conocimiento. En su obra El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir por ejemplo critica el trabajo de Sigmund Freud por proponer como paradigmas universales teorías sobre la masculinidad, omitiendo las especificidades de las mujeres, asimismo hizo una crítica a Karl Marx por no contemplar la dominación de género en sus estudios de clases sociales. Esta perspectiva de género de Simone sigue siendo tan necesaria para la comprensión epistemológica, deconstrucción, pero también para denunciar, proponer y exigir cambios para avanzar hacia la igualdad.

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