Curas y militares

Brigitte Colmán - @lakolman

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A las buenas conciencias no les va a gustar, pero alguien lo tiene que decir, vivimos en una sociedad de mierda.

Cada tanto hay explosiones ciudadanas y todos sentimos como que somos mejorcitos, y eso es bueno, es re lindo, pero después te das cuenta de que no alcanza para expurgar todas nuestras indiferencias.

Por eso quiero hablarles de la espantosa realidad que viven los niños paraguayos, y más concretamente, de dos sectores: los indígenas adictos al crac y las niñas y los niños violentados sexualmente.

UN DESPOJO. Desperdicios humanos, eso es lo que son estos niños indígenas que viven –literalmente– en las veredas del centro de Asunción.

Ante la indolencia de un Estado inútil, ya pasaron a formar parte del paisaje urbano, junto con otro tipo de “problemas” que tampoco nadie parece querer resolver.

Este diario publicó a principios de año un reportaje sobre estos niños. En el mismo se mostraba explícitamente los niveles de abandono en el que sobreviven los niños indígenas que deambulan por zonas como el microcentro y la Terminal de Ómnibus. Y se explicaba con amplios detalles la manera en que terminan enganchados al crac y expuestos a todo tipo de violencia.

Cuando se les preguntó sobre esta situación, desde la Dirección de Protección del Buen Vivir de Pueblos Originarios de la Secretaría de la Niñez respondieron que con 12 educadores indígenas, no dan abasto.

Después hablaron las oenegés diciendo que no hay políticas públicas adecuadas y bla bla bla... Y mientras estos adultos, del sector privado y público se justifican, los niños indígenas prosiguen su cotidiana y suicida labor hartándose de crac.

Los que a diario pasamos junto a ellos somos igual de cómplices. Rezamos nuestro diario aichinjaranga, nos quejamos del Gobierno y seguimos nuestro camino. Al día siguiente, con un poco de suerte, el niñito indígena sucio y atontado de crac va a seguir tirado en la vereda.

VIOLACIÓN. El sacerdote Félix Miranda Gamarra fue condenado a dos años de prisión por el abuso sexual de un adolescente de 13 años de edad, pero él no fue a la cárcel sino que tuvo que donar 5 millones de guaraníes a un hospital.

El fin de semana, la Fiscalía imputó a 13 militares de la Armada Paraguaya por abuso sexual, coacción sexual y pornografía infantil, tras la violación de una niña de 13 años en el interior del Arsenal de la Marina.

La sociedad paraguaya sigue, no obstante, atada a estas dos instituciones que ayudan demasiado a perpetuar la cultura machista. Curas y militares violando niños es un hecho vergonzoso, es escandaloso e inaceptable.

Se supone que las niñas y los niños son personas chiquititas que deben ser protegidas, de todo, de todos y por encima de todo.

Se supone que deberían ser la prioridad para el Gobierno, para todos los ministerios, para sus familias y para el resto de la sociedad.

La violencia sexual es un delito y los que cometen el delito de forzar sexualmente a niñas y niños deben estar en la cárcel, así sean curas o militares.

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