Comprometer el corazón

Es la respuesta que hay que dar cuando, como dice la canción, “todo está perdido”. Y no es que ahora todo está perdido. Pero sí que estamos confundidos, apretados económicamente, engañados desde arriba y doloridos por el estado de pobreza de los de abajo.

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Hasta algunos se pasan al otro bando. Antes luchaban, ahora procuran darse la mejor vida posible, olvidándose de los demás.

Y esto ocurre, sobre todo, en aquellos que legalmente o comprándolo han llegado al poder. Ya pertenecen a la especie de los corruptos.

No es que todo esté perdido. Pero, “realmente que mal andamos”. Y, para mayor indignación, hasta los causantes quieren la reelección para que los votemos con aplausos.

Todo esto exige una respuesta fuerte y decidida. Pasaron los tiempos del simple plagueo. Llegó la hora del compromiso del corazón.

Para comprometerse, lo primero es estar informados científicamente de lo que pasa. De primera mano. De fuentes creíbles. Tarea nada fácil porque los medios de comunicación social (radios, prensa, canales de tevé) mercantiles se especializan en lanzar cortinas de humo para ocultar lo que pasa.

En segundo lugar, viene el compromiso. La adhesión a lo que es justo. Pero, no basta hacerlo mentalmente. Podemos conocer y aceptar lo que debemos de hacer y nunca hacerlo. “Del dicho al hecho hay mucho trecho”, dice en castellano un refrán.

El compromiso debe de ser de corazón. Desde nuestras entrañas más sentidas. Y por eso decimos que tiene que ser desde esa víscera capital en nuestro cuerpo que mueve nuestra vida, está lleno de sentimientos y es símbolo del amor: el corazón.

Y esto nunca se logrará sin unirnos con el semejante que también sufre, pero mucho más que cada uno de nosotros.

Es la insistencia del papa Francisco cuando siempre se está refiriendo a los empobrecidos de todo tipo. Una opción sin este contacto vital nos hace meros aficionados, nunca comprometidos.

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